Temas presentes una y otra vez en la literatura en general de todas las épocas y de todas las corrientes literarias… Y es lógico, representan uno de los dramas universales del hombre en todo tiempo y lugar.
Jorge Manrique “Diciendo qué cosa es el amor” afirma: “qué gran aleve hicieron / mis ojos, y qué traición; / por una vista que os vieron / venderos mi corazón”. Y en “Es amor fuerza tan fuerte” muestra este “no razonar” a la hora de amar: “un forzar de voluntad / donde no valen razones; / una sospecha celosa / causada por el querer, / una rabia deseosa / que no sabe qué es la cosa / que desea tanto ver”.
También Francisco de Quevedo aconsejaba: “Dios te la depare buena / que la vista al gusto engaña”.
Y más tarde Lope de Vega en un soneto confirma todo lo anterior: “creer que el cielo en un infierno cabe / dar la vida y el alma a un desengaño / esto es amor, quien lo probó lo sabe”.
Ninguna expresión artística escapa a estas experiencias humanas básicas, por eso también el Tango supo decir mucho al respecto. Es extensísima la lista que incluye a los tópicos de amor a los que nos dedicaremos hoy. Realicé una selección para ejemplificarlos, y por razones de espacio y por no hacer tediosa quizás la lectura, transcribiré unos pocos versos. Obviamente los invito a abordar cada letra completa, para ver estos temas en su contexto total.
Creí conveniente plantear tres grupos temáticos, según lo más relevante en cada tango, aunque todos ellos están íntimamente relacionados entre sí.
I) Ceguera de la razón, ceguera del corazón.
II) Engaño / Desengaño.
III) Mentiras odiadas, mentiras deseadas.
I) Ceguera de la razón, ceguera del corazón.
II) Engaño / Desengaño.
III) Mentiras odiadas, mentiras deseadas.
I) Ceguera de la razón, ceguera del corazón:
Como habrán leído en el comienzo, elegí como título para la página de hoy, un verso de Discépolo de su tango “Uno” (1943). Don Enrique habla de los ojos perversos de una mujer concreta. Pero aquí se lo pido prestado, pero teniendo en cuenta los ojos del protagonista de cada una de las historias de los tangos… Y surgen los interrogantes. ¿Ellos han sabido mirar, se enfrentaron a una realidad que ya se mostraba pero que sus ojos no la vieron? ¿Será que han estado “engañados” pero desde ellos mismos, y han hecho responsables al otro del engaño? Es cierto que en muchos casos los cambios del ser amado son reales y vienen desde él… Pero en otros, da la impresión de que estos protagonistas se “desayunan” de algo que siempre estuvo, y un buen día, un disparador cualquiera transforma esa mirada… Y es allí donde caen en la cuenta de que fueron sus mismos ojos, los perversos.
Ramón de Campoamor, poeta español, 1817 – 1901, escribió estos versos:
“En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira.
Todo es según el color
Del cristal con que se mira”
Y años más tarde, Enrique Cadícamo, tomó esos versos para su tango “La luz de un fósforo” (1943):
En todo, siempre el color
Es del cristal
Con que se mira...
De rosa, yo te veía,
Cuando callabas...
Cuando reías...
Después, con otro cristal,
Cambió el color
Y ya no eras...
La vida es toda ilusión
Y un prisma es el corazón...
En todo, siempre el color
Es del cristal
Con que se mira...
De rosa, yo te veía,
Cuando callabas...
Cuando reías...
Después, con otro cristal,
Cambió el color
Y ya no eras...
La vida es toda ilusión
Y un prisma es el corazón...
Ahora entonces van algunos ejemplos que presentan la idea de ceguera, ojos que traicionan, o el no haber podido (o querido) ver.
“Ciego”, Luis Rubinstein: “Ciego... Estaba ciego en mi delirio./Ciego... Porque este amor era un martirio./ Y ahora que cayó la venda de mis ojos/ Me asqueo al recordar/ Tus lindos labios rojos./ Ciego...¡Bendita sea mi ceguera!/ Si al fin... Saltó la venda y vi que eras/ Una vulgar muñeca de cartón”.
“Bufón”, Oscar Alberto Vázquez: “Tu imagen fue la farsa, que yo adoré / De toda tu negrura./ Y en medio de sus besos, enloquecí ciego”.
“Capricho de amor”, Horacio Sanguinetti: “Qué ciego estuve al pretender/ Tomar en serio tu querer,/ Que fue pasión fugaz/ Capricho, nada más”.
“Como una de tantas”, Carlos Bahr: “No esperé nunca de vos.../ Esta sucia canallada,/Uno es ciego por amor/ Y lo mata la confianza”.
“Fruta amarga”, Homero Manzi: “¡Aquel frío alucinante!/ De un instante, me cegó./ Fue en un viento de locura/ Sin ternura, sin perdón./ Fue en el grito enronquecido / De un amor enloquecido/ De dolor”.
“Fui”, Alberto Andrés Leiva: “Fui todo eso junto y fui tan ciego/ Que no vi que eras capaz de tanto mal,/ Fui un juguete más para tu juego/ Un moño que colgaste de tu pelo...”.
“No mientas”, Héctor Marcó: “Era tan feliz y fue tan ciega mi confianza / Que jamás la duda vino a mi razón...”.
“Tarde”, José Canet, 1947: “Error de haber querido ciegamente/ Matando inútilmente la dicha de mis días./ Tarde me di cuenta que al final/ Se vive igual fingiendo,/ Tarde comprobé que mi ilusión/ Se destrozó queriendo”.
“Cuesta abajo”, Gardel y Le Pera, 1933: “Si fui flojo, si fui ciego,/ sólo quiero que hoy comprendan/ el valor que representa/ el coraje de querer”.
“Sin Palabras”, E. Santos Discépolo, 1945: “Los ojos casi ciegos de mi asombro,/
junto al asombro de perderte y no morir”.
“Acquaforte”, Juan Carlos Marambio Catán, 1931: “Hoy puedo ya mirar con mucha pena/ Lo que en otros tiempos miré con ilusión”.
II) Engaño / Desengaño
Las palabras “engaño”, “desengaño” o las derivadas, aparecen en otra extensa lista de tangos. He seleccionado algunos en que están presentes estos términos, acentuando el tema expuesto ya en la trama tejida por ese “yo lírico” a lo largo de cada canción.
“El Abrojito”, J. Fernández Blanco, 1926: “No sé por qué me engañabas así,/ sin demostrar desamor…”
“Soy un arlequín”, E. Santos Discépolo, 1928: “Me engañó tu voz,/ tu llorar de arrepentida sin perdón”.
“Uno”, E. Santos Discépolo, 1943: “Precio de castigo que uno entrega/ por un beso que no llega,/ o un amor que lo engañó…/ Vacío ya de amar y de llorar/ Tanta traición”.
“Nunca tuvo novio”, Enrique Cadícamo, 1930: “Yo con mi montón de desengaños,/ igual que vos, vivo sin luz,/ sin la caricia venturosa/ que me haga olvidar mi cruz”.
“Recuerdo malevo”, Alfredo le Pera, 1933: “Habiendo cenizas de los desengaños,/ El recuerdo, amigo, es mejor borrar”.
“Amargura”, Gardel y Le Pera, 1934: “Pero estas penas hondas/ De amor y desengaño,/ Como las yerbas malas/ Son duras de arrancar”.
“Adónde iré con mi suerte”, A. M.Cubría, Juan C. Di Santo y Francisco A.Goggiano: “Será acaso que no supe / Respetar o respetarme,/ O que confié demasiado/ Y quisieron engañarme”.
“Ahí está”, Gastón A. Bordería: “Pensando en la burla y el engaño/ Que, como daga se le clavó.../ Pensando en los labios que mintieron/ Cuando dijeron de aquel amor...”.
“A otra cosa, che pebeta”, Enrique Cadícamo: “¿A quién vas a engañar?/ ¿A quién vas a querer?/ ¡A otra cosa che pebeta,/ con el biógrafo que hacés!
“Baraja de amor”, Enrique Cadícamo: “Baraja de amor/ Cartón engañador,/Me ganaste con trampa/ Y perdí el corazón”.
“De puerta en puerta”, Carlos Pesce: “De aquél, tu cariño, tan grande y profundo/ Que vos me ofreciste con ansias de amar.../ Por esas palabras que a mí me engañaron/ Hoy llevo en el alma un hondo dolor”.
“Desengaño”, Juan Andrés Caruso: “Si yo nunca, nunca te he dado motivo/ Que fueras conmigo tan falsa y tan cruel,/Fue tu desengaño que mató mi vida/ Dejando una herida que no cerrará”.
“El abrojito”, Jesús Fernández Blanco: “No sé por qué te alejaste de mí/ Si te adoré con creciente fervor,/ No sé por qué me engañabas así/ Sin demostrar tu desamor”.
“Falsas promesas”, 1931, Eugenio Cárdenas: “Con tus risas y promesas/ Engañado me tuviste, Hasta que después me hundiste/ En un tremendo sufrir”.
“Falso”, Héctor A. Schmitt Bello: “Por qué vivir engañados/ Si lo nuestro es un fracaso,/ Hagamos frente a los hechos/ Y vivamos la verdad...”.
“Fangal de dolor”, Palmer, Lila y Velmar: “Sin pensar que el corazón/ También se sabe engañar,/Y loco por ti... ¡Te digo que no!
“Fe”, Felipe Mitre Navas: “Angustias de amores, me ha dado la vida/ Sufrí mil tormentos de tanto confiar,/Amé y me engañaron y al fin con recelos/ Dejé las pasiones, de largo pasar”.
“Flores negras”, Mario César Gomila: “Después, después, mil noches de placer y ensueño/ Tú junto a mí, temblando de emoción,/ Sublime engaño de saberme dueño/ De tus encantos, de tu ardiente corazón”.
“La vida me engañó”, Marfil: “La dicha me sonrió/ Y ciego la seguí/ Pero ella se burlaba de mi corazón./La dicha nunca vino hasta mi olvido/ La vida me ha mentido/ La vida me engañó”.
“Mentira fue tu amor”, Enrique Lary: “Mis mejores años.../ Mentira fue tu amor... Qué ingratitud, Cuánto desengaño...”.
“Última función”, José Arenas Díaz: “Si en tu mirada llueve gris, la despedida/ Y en mi esperanza ya no caben desengaños”.
“Una mentira más”, Alberto Cosentino: “Y asonsao por tus antojos, me engañaste como a un niño/ Pa´ otorgarme luego un premio, que yo nunca merecí”.
“Ventanita florida”, Luis César Amadori: “¡Tanto que lo quise!/ ¿Para qué me engañó, para qué?”.
III) Mentiras odiadas, mentiras deseadas
Si repasamos la larga lista de títulos de los tangos, notaremos que también son varios los que incluyen la palabra “mentira” o sus derivadas, y algunos ya en el título. Y como es de esperar, la historia que se cuenta tiene que ver con ese temido sustantivo abstracto que es el plato principal en el menú del engaño.
Ahora bien: vuelvo un poco al concepto, tan rico para el análisis psicológico como filosófico. No voy a hacer nada de ello, lo dejo a los especialistas. Sólo voy a exponer aquí la idea de “Mentira”, que en casi todos los tangos se entrelaza con la de “dejar de amar”… con el cambio que se produce en los seres por el tiempo o sus circunstancias… Mentira que se entremezcla con “haber encontrado otro amor”, alejarse o simplemente, romper lazos…
Así es como en los siguientes ejemplos, los protagonistas de las tramas amorosas pregonan esa mentira, cuando los han dejado de amar. Y definen esa relación que han tenido, casi siempre de dicha, como una gran mentira que el ser amado edificó sobre la ilusión del engañado. Y el sufrimiento que trae el tomar conciencia de esta realidad (otrora sueño, fantasía o ilusión).
Lo curioso es que, en algunos casos, está presente la necesidad de seguir siendo engañados. Por eso, voy a exponer los ejemplos en dos grupos, según los temas.
A) Tomar conciencia, romper con el ayer:
Comenzaré con una lista de títulos que, evidentemente, manifiestan en los versos de todo el tango lo que anuncian:
“Mariposa mentirosa”, Ángel Di Rosa
“Mentías”, Milón E. Mujica
“Mentira”, Celedonio Esteban Flores
“Mentira”, Manuel Romero
“Mentiras”, Francisco García Jiménez
“Mentiras de amor”, Manuel A. Meaños
“Mientes”, Ángel Marú
“Todo es mentira”, Ivo Pelay
“Y mentira fue tu amor”, Félix Rosario Arena
“Y todo es mentira”, Abel Aznar
Y aquí van los versos de otro variado abanico de tangos:
“Color de rouge”, Marfil y A D ´Angelis: “Entonces yo no sé, lo que pasó/ Acaso fue una broma del amor,/ Mentira de tus labios y tu voz/ Tu voz color carmín, que me manchó”.
“Maquillaje”, Homero Expósito, 1956: “Mentiras… Que son mentiras tu virtud,/ Tu amor y tu bondad/ Y al fin tu juventud./ Mentiras…¡Te maquillaste el corazón!/ Mentiras sin piedad…/¡Qué lástima de amor!”.
“Por una cabeza”, Gardel y Le Pera, 1935: “Por una cabeza, metejón de un día,/ De aquella coqueta y burlona mujer,/ Que al jurar sonriendo,/ El amor que está mintiendo,/ Quema en una hoguera todo mi querer”.
“Cómo se miente”, Abel Aznar: “Si el amor es un cacho de luz/Cuando quise alumbrarme la zurda,/La mentira me puso una cruz/Y del engaño, me hundí en la curda”.
“El huracán”, Nolo López: “Fueron sus caricias/ Llenas de mal y traición,/ Labios que mintieron despiadados/ Y al besar su falsa boca/ Se me helaba el corazón./ Ilusión que se fue,/ Amor que mató”.
“El último escalón”, Dante Gilardoni y Florindo Sassone: “Hubo un ángel convirtiéndose en demonio/ Hubo un cielo que al final se desplomó,/Una boca incitante y mentirosa/ Y una voz que me arrastraba hacia el horror”.
“Fantoche de amor”, Jacinto Alí: “¡Fantoche!, Porque besé,/Sus labios que mentían/ Sabiendo la verdad./ (…) Seguí siendo un fantoche/ Porque llegué,/ Al final de la comedia,/ Sabiendo ya el final”.
“Flor de cardo”, Eugenio Cárdenas: “En las noches grises de mi vida/ Recuerdo las palabras/ De tus promesas mentidas,/ Que son puñales que en la sien/ Por ti me clava tu desdén”.
“La misma mentira”, Abel Aznar: “¡Con esas mismas palabras/ yo me atormenté de celos!/¡Y me abracé a la mentira/ que tus ojos y tus labios/ como ahora prometían!...”.
“Me está hablando el corazón”, José Canet: “Mentira fue el amar,/ Mentira fue el besar,/ Mentiras, nada más, mentiras”.
B) Sed de mentiras, sed de amor:
En este grupo, seleccioné algunos tangos que presentan a esta “mentira” no ya como causa de la ruptura amorosa, sino por el contrario, como un elemento indispensable para la continuidad de la presencia del ser amado a su lado. Necesidad del engaño, porque asegura la ilusión de un amor… necesidad de mentira, porque “retiene” al ser amado y se prefiere este estado antes que la ausencia total. En los siguientes ejemplos, se observa cómo la mentira se transforma en una especie de "medicina necesaria para curar esa enfermedad de amar".
“Pero te sigo queriendo”, Reinaldo Yiso: “Vuelve, aunque me mientas/ Necesito tus caricias y tus besos,/ Aunque cada beso me envenene/ Y me arrastre hasta la muerte”.
“Cuesta abajo”, de Gardel y Le Pera: “Si aquella boca mentía/ El amor que me ofrecía,/Por aquellos ojos brujos/ Yo habría dado siempre más”.
“Más allá del corazón”, Reinaldo Yiso: “Mentira... Es su vida una mentira,/ Mentira...
Que a mi vida le brindó.../ Sin embargo/ A pesar de todo eso por el fuego de sus besos/ Todo olvido, todo doy/No importa... Que me mienta despiadada,/ La quiero ¡Más allá del corazón!”.
“Nada más”, Luis Rubistein: “No quiero nada, nada más/ Que la mentira de tu amor como limosna”.
“Una tarde cualquiera”, Rodolfo Manuel Tabeada: “Y si pudieras mentir/ Si pudieras fingir,/Una frase amistosa./ ¡Qué consuelo sería esa hermosa!/ Mentira piadosa/De tu corazón”.
“Yo no merezco este castigo”, Dante Gilardoni y Cholo Hernández: “No sé si tú comprendes, alma mía/ Que mil veces doy la vida/ Por una mentira más.../ Una mentira... que me diga.../ Que me quieres... nada más...”.
“Soledad”, Gardel y le Pera, 1934: “Mi corazón una mentira pide/ para esperar tu imposible llamado”.
“Al compás del corazón”, Homero Expósito, 1942: “Late un corazón… déjalo latir/ Miente mi soñar… déjame mentir”.
“Cuesta abajo”, de Gardel y Le Pera: “Si aquella boca mentía/ El amor que me ofrecía,/Por aquellos ojos brujos/ Yo habría dado siempre más”.
“Más allá del corazón”, Reinaldo Yiso: “Mentira... Es su vida una mentira,/ Mentira...
Que a mi vida le brindó.../ Sin embargo/ A pesar de todo eso por el fuego de sus besos/ Todo olvido, todo doy/No importa... Que me mienta despiadada,/ La quiero ¡Más allá del corazón!”.
“Nada más”, Luis Rubistein: “No quiero nada, nada más/ Que la mentira de tu amor como limosna”.
“Una tarde cualquiera”, Rodolfo Manuel Tabeada: “Y si pudieras mentir/ Si pudieras fingir,/Una frase amistosa./ ¡Qué consuelo sería esa hermosa!/ Mentira piadosa/De tu corazón”.
“Yo no merezco este castigo”, Dante Gilardoni y Cholo Hernández: “No sé si tú comprendes, alma mía/ Que mil veces doy la vida/ Por una mentira más.../ Una mentira... que me diga.../ Que me quieres... nada más...”.
“Soledad”, Gardel y le Pera, 1934: “Mi corazón una mentira pide/ para esperar tu imposible llamado”.
“Al compás del corazón”, Homero Expósito, 1942: “Late un corazón… déjalo latir/ Miente mi soñar… déjame mentir”.
Dejé para el final, unos versos de Homero Expósito, Enrique Santos Discépolo y Cátulo Castillo, referentes entre otros, de la mayor poesía que puede albergar un tango.
Y es así cómo expresan al extremo la desesperación de aquel que sufre por amor:
Enrique Santos Discépolo, “Condena”, 1937
Yo quisiera saber
Qué destino brutal,
Me condena al horror
De este infierno en que estoy...
Castigao como un vil,
Pa´ que sufra en mi error
El fracaso de un ansia de amor.
Homero Expósito, “Afiches”, 1952
Se me gastaron las sonrisas de luchar,
Luchando para ti
¡Sangrando para ti!
Luego la verdad,
Que es restregarse con arena el paladar
Y ahogarse sin poder gritar...
Yo te di un hogar... ¡Fue culpa del amor!
Dan ganas de balearse en un rincón.
Cátulo Castillo, “Desencuentro”,1962
Quisiste con ternura, y el amor
Te devoró de atrás hasta el riñón.
Se rieron de tu abrazo y ahí nomás
Te hundieron con rencor todo el arpón.
Por Mónica Matar
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