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martes, 8 de marzo de 2011

Lejana tierra mía...

Partir… Alejarse… Abandonar el propio suelo, el entorno familiar y los afectos… El viaje es un tema recurrente en la tradición literaria. Desde La Odisea de Homero (s. IX a.C.) que cuenta el retorno de Ulises a su patria, Itaca, el viaje es un tema de continua renovación.


Muchas obras literarias se ocuparon de largos y penosos viajes… El comportamiento del aventurero es lineal: su viaje implica un aprendizaje y un progreso. Algunos viajes deben interpretarse desde lo simbólico, viajes que se emprenden hacia uno mismo. Diversos personajes míticos descienden al inframundo, pero ese descenso no es a otro lugar más que a sí mismos. Odiseo debe sufrir numerosos infortunios antes de llegar a su tierra. Y este viaje revela los espinosos caminos que está obligado a recorrer el hombre en busca de sí mismo o de algo con verdadero valor. Cervantes nos revela la importancia del viaje con su Don Alonso Quijano, quien al recorrer su camino, las experiencias de esa aventura serán las vías que conducirán a la “lucidez”.

Aquí o allá… cerca o lejos, la cuestión es que, para quien “desea encontrarse”, la cosa no es nada fácil: debe asumir enormes compromisos. En La Odisea o en la Divina Comedia, el camino debe ser primero un camino “consciente”. A nuestra voz interior.

De ahí la importancia que le da la literatura, en este caso, a lo fundamental del viaje: olvidarnos un poco aquel entorno que nos arropa y nos encandila para atrevernos a mirar hacia adentro. Y que corresponde con el trasladarse al afuera.

También el viaje está presente en la “novela de iniciación”. El viaje iniciático es un proceso que coincide con el desplazamiento espacial que el niño o joven realiza. Se podría decir que este viaje consta de cuatro etapas, donde en la última, luego de haber participado y experimentado ese mundo exterior, se produce el retorno. El joven vuelve, pero es otro. Debió distanciarse de su hogar para madurar, para adquirir la capacidad de elegir su destino.



La partida…y el regreso

Aparece entonces la idea de destierro. Antiguamente, era una pena impuesta por el Estado a toda aquella persona que hubiera cometido un delito. El castigo era expulsarlo de su propio territorio. Y esto constituía una pena inmediatamente inferior a la pena de muerte.

Destierro también pensado como “destino de la humanidad”. Desde que nacemos llevamos el trauma de haber sido desterrados del propio útero de nuestra madre, y peregrinamos… Y así comenzamos la vida de exiliados. Pero allí mismo también comienza el deseo de lo arrebatado. Esta sensación de desarraigo y separación del mundo de la tranquilidad, del mundo conocido. Imágenes reiteradas en la poesía, por ejemplo, de naves azotadas por las tempestades, una y otra vez nos hablan del deseo de recuperar la calma. Es decir, de terminar con esa infelicidad.

Si queremos mirar desde el psicoanálisis, desde el inconsciente, el regreso, luego de un alejamiento, representa un regreso al seno materno. Lugar de comodidad y satisfacción que supone estar bajo el cuidado y la protección de la madre.

Regresar a la tierra de los mayores o de la infancia es como regresar al seno materno. Quizás para lograr esto, habrá que hacer el viaje, esfuerzo heroico para que se haga posible el añorado regreso. Entonces, el dinero, el prestigio, la belleza, el poder, el amor, son las metas aparentes de ese esfuerzo. Pero, por más que se logre mucho, resulta que en muchos casos, no es suficiente.

Pero no menos importante es la cuestión del “adónde” se regresa. La idea heracliteana de no poder bañarse dos veces en el mismo río, se aplica sin dudas al espacio que se ha dejado, a las personas a las que no se ha visto hace tiempo. Y por lo general, ese punto de partida no es el mismo. Sólo el recuerdo mantiene intactos e inamovibles aquello que se dejó. Y no siempre coincide con lo que se encuentra al regresar.




Y el tango se colmó de despedidas y regresos…



Estos tópicos, estos conceptos existenciales y esencialmente humanos, psicoanálisis o literatura mediante, también están presentes en el Tango. Expresión de un sentir popular, de un grupo concreto de seres, que también los ha cantado. Son numerosos los tangos que cuentan la historia del protagonista que se aleja y que en muchos casos regresa.

Si quisiéramos buscar menciones del viaje en sí mismo, casi no encontraríamos, porque el enfoque está puesto en los motivos de la partida y en el deseo (o no) de volver.

No le importó al tango contar las peripecias del que se fue, las etapas del “periplo del héroe” o de las aventuras o desventuras del personaje como en una novela de iniciación. Aquí los protagonistas son los sentimientos que esa partida y/o ese regreso provocaron.

Creí conveniente, como en otras páginas, agrupar los tangos en categorizaciones según qué se dice respecto del alejamiento y del retorno. Porque observaremos que son varias las causas que motivaron ese deseo de partir. Algunos vuelven y otros no. Los lugares están como los dejaron y otros no.

Los invito entonces en este paseo por los versos de los tangos en que está presente el tema que nos convoca hoy. Como siempre, les propongo realizar la lectura completa de las letras para comprender aún más qué se quiso decir. Y nos encontraremos luego en las apreciaciones finales, para ver cómo nos resultó este “viaje”.



I) La partida

1) Irse para olvidar


A lo lejos (vals), Letra y Música: Adolfo R. Avilés: “Solito con mis penas y mis dolores/Cargándose en las cruces de mi destino,/Caminito del valle, muy triste y solo/Allá me iba, para olvidar./Para buscar la calma, curar mis males/Y vivir solo, sin recordar.
Adiós… Adiós (vals), Alfredo Ángel Pelaia: “Adiós, adiós ensueño de mi vida/Al corazón lo siento desmayar,/Me invade un hondo dolor a mi partida/Y a otras playas me voy para olvidar.../Y a otras playas me voy para olvidar.”
Adiós, Buenos Aires, Leopoldo Torres Ríos y Rodolfo Sciammarella: “Debo alejarme de mis tierras tan queridas,/Debo alejarme, sangrando el corazón,/Como el poeta he de decir en mi partida/Adiós Buenos Aires, amigos adiós.(…)/No sé que rumbos tomarán mis pasos,/Lejos de esta tierra me lleva el destino,/Yo tengo en el alma penas y fracasos/Que olvidar quisiera por algún camino.”
Amarras, Carlos Marchisio y Carmelo Santiago: “Busco valor... para partir.../Para alejarme,/Y así olvidando mi obsesión/¡Lejos de ti... poder morir!”
Hasta luego, Carlos Álvarez Pintos y Edgardo Donato: “Barrio de mis amores Tan risueño y amigo,/Me voy pero no llorés/Que volveré otra vez./(…)Me voy por olvidar/Un nombre de mujer,/Que no supo ser fiel/Jamás./Me voy buscando olvido para mi pesar,/Porque vos, barrio mío/Me hacés recordar.”
Me voy, Buenos Aires, Horacio Sanguinetti y Antonio Varela: “Me voy, Buenos Aires, buscando olvidar/Me voy porque quiero una pena matar,/Andando en tus calles la siento vivir/Son todos recuerdos que me hacen sufrir./No volveré,/Hasta arrancarme ese dolor/Que pudo mi alma ensombrecer./La Cruz del Sur,/Me ha prometido ese milagro de olvidar.../Y olvidaré.”
Mi dolor, Manuel A. Meaños y Carlos Marcucci: “Vuelvo de tierras muy lejanas donde ayer/Fuera a buscar olvido a mi dolor,/Consuelo al alma, que sufrió al creer/En los engaños y promesas del amor./Rumbo al olvido, que es un bálsamo al sufrir/Partí, llevando en mi amargura,/El cruel recuerdo de la ventura/Que en otros tiempos junto a ti creí vivir.”
Otra vez, José María Contursi y Jorge Argentino Fernández: “Al verte, vida, no sé/Cómo he podido vivir sin el calor de tus besos,/Al alejarme pensé/Que lejos iba a olvidar... y más pensé al estar lejos.”
Partir lejos, Manuel Romero y Rodolfo Sciammarella: “Partir.../Y alejarse de todo,/De fiestas, placeres/De amor y amistad./Partir.../Y evitar de este modo,/De falsas mujeres/La eterna maldad./Perder.../Para siempre el amargo sabor,/Mujer.../De la angustia que causa el amor./Partir.../Y llegar enseguida,/Donde uno se olvida/De todo dolor.”
El Carrillón de la Merced, E. S. Discépolo y A. Le Pera: “Yo no sé por qué extraña/Razón encontré,/Carrillón de Santiago/Que está en la Merced,/En tu son inimitable/La voz de mi andar,/De viajero incurable/Que quiere olvidar.”
Un beso y un adiós, Francisco García Jiménez y Antonio Oscar Arona: “Hoy, pobre/Derrotado,/Infortunado,/Desterrado/De tu encanto,/Voy a partir...”



2) Partir por otras razones (culpa del destino, alma aventurera, etc.)

A mis pagos voy, Eduardo Mirto Pedrotta y Luis Savastano: “¡Perdonáme Buenos Aires…!/Si me alejo de tus calles/Y a mis pagos voy./Yo no te niego que tus calles consagraron/A mis canciones y mis sueños de cantor,/Mas las auroras rojas de mis pagos/Ellas templaron mi canto y mi voz.”
A Montmartre, José González Castillo y Enrique Delfino: “Muchachos: ¡Hasta el regreso!/¡Que los acompañe Dios!/La vida no es más que eso:/Un día, un beso,/Y otro, un adiós./No lloren la despedida/Que no muere el que se va.../Quien bien quiere, nunca olvida/Y al fin la vida/Lo volverá...”
Adiós, A. L. Martínez y Mariano Mores: “Adiós.../Qué triste fue el adiós,/Que te grité al partir/Ya sin voz, de llorar.../Partir.../Fue regresar a mí,/Al recordar tu voz/Sin tenerte aquí.”
Adiós, Argentina, Fernán Silva Valdés y Gerardo Hernán Matos Rodríguez: “Tierra generosa/En mi despedida,/Te dejo la vida/Temblando en mi adiós./Me voy para siempre/Como un emigrante,/Buscando otras tierras/Buscando otro sol.”
Adiós, arrabal, Carlos César Lenzi y Juan Bauer: “Yo te canto envenenao,/Engrupido y amargao/Hoy me separo de vos./Adiós, arrabal porteño,/Yo fui tu esclavo y tu dueño/Y te doy mi último adiós.”
Adiós, muchachos, César Felipe Vedan y Julio César A. Sanders: “Adiós muchachos, compañeros de mi vida/Barra querida de aquellos tiempos./Me toca a mí hoy emprender la retirada,/Debo alejarme de mi buena muchachada./Adiós muchachos, ya me voy y me resigno/Contra el destino, nadie la talla,/Se terminaron para mí todas las farras/Mi cuerpo enfermo, no resiste más.”
Adiós Pampa mía, Ivo Pelay, Francisco Canaro y Mariano Mores: “Adiós, pampa mía!.../Me voy... Me voy a tierras extrañas./Adiós, caminos que he recorrido/Ríos, montes y cañadas,/Tapera donde he nacido./(…)Adiós, pampa mía/Me voy, camino de la esperanza.”
Ahora no me conocés, Carlos Giampe y Armando Baliotti: “Te perdiste del rincón natal/ Tras un sueño de distancia,/Sin pensar que allá quedaban/Los seres que te amaban.”
Al volverte a ver, Julio Jorge Nelson y Roberto Nievas Blanco: “Y en esa agonía/ Caído, maltrecho, /Con rumbo ignorado/Mi senda tracé,/Capié temporales/Y erguido mi pecho,/Salí a la deriva/Mordiendo una fe.”
¡Araca París!, Carlos César Lenzi y Ramón Collazo: “Pianté de Puente Alsina, para Montmartre/Que todos me batían, pa´ m´engrupir:/“Tenés la pinta criolla, p´acomodarte/ con la franchuta vieja que va al dancing.../¿Qué hacés en Buenos Aires? ¡No seas otario!/Amurá esas milongas del Tabarís.../Con tres cortes de tango, sos millonario.../¡Morocho y argentino! ¡Rey de París!”
Ausencia, Eduardo Moreno, Adolfo Pugliese y Osvaldo Pugliese: “Por eso, tango, yo quiero que vos,/Cuando me aleje de aquí,/Me acompañés con tus sones,/Y los bandoneones/Que giman por mí.”
Barajando recuerdos, Enrique Cadícamo y Luis Visca: “Quince años que he dejado/ Mi barrio abandonado,/Corriendo por las calles/De un mundo de quimeras./Quince años que se han ido.”
Barrio pobre, F. García Jiménez y Vicente Belvedere: “Por esta calle, en una noche huraña y fría/Salí del mundo bueno y puro del ayer,/Doblé la esquina, sin pensar lo que perdía/Me fui sin rumbo, para nunca más volver.”
Callecita de mi barrio, Enrique P. Maroni, A. Nicolás Laporte y Otelo Gasparini: “Callecita de mi barrio/Para todos siempre amiga,/La luz del centro me obliga/A dejarte para mi mal./Pero antes de la partida/Y al campanearte serena,/Me voy llorando de pena/Cortada mía, del arrabal...”
Caminito, Gabino Coria Peñaloza y Juan de Dios Filiberto: “Desde que se fue/Triste vivo yo,/Caminito amigo/Yo también me voy./Desde que se fue/Nunca más volvió,/Seguiré sus pasos/Caminito adiós...”
Cuartito azul, Mario Battistella y Mariano Mores: “Cuartito azul, dulce morada de mi vida/Fiel testigo de mi tierna juventud,/Llegó la hora de la triste despedida/Ya lo ves, todo en el mundo es inquietud./Ya no soy más aquel muchacho oscuro,/Todo un señor desde esta tarde soy,/Sin embargo, cuartito, te lo juro/Nunca estuve tan triste como hoy.”
En cada puerto un adiós, Carlos Bahr y Félix Lípesker: “En cada sueño tu amor/En cada puerto un adiós,/En un rodar incesante./Por un loco aturdimiento/Que me ha atado a este tormento/De un error irremediable./En cada sueño tu amor/En cada puerto un adiós,/Y este castigo implacable/De saber, que por mi empeño/De correr tras vanos sueños/Perdí tu amor.”
Francia, Juan Andrés Caruso y Samuel Castriota: “Te vas, hermano, a París/Te vas a París de Francia,/A pasear con tu elegancia/La canción de este país./Y a beber la flor de lis/Conmovida su pesar,/Cuando empieces a tocar/Con un lindo sentimiento,/El quejumbroso lamento/De una canción popular.”
Golondrinas, Alfredo Le Pera y Carlos Gardel: “Golondrinas de un solo verano/Con ansias constantes de cielos lejanos.../Alma criolla, errante y viajera/Querer detenerla es una quimera.../Golondrinas con fiebre en las alas/Peregrinas borrachas de emoción.../Siempre sueña con otros caminos/La brújula loca de tu corazón...”
Hoy estoy de nuevo (milonga candombe), Mario Rivie y Donato Racciatti: “Como tantos otros/Me fui buscando nuevos caminos,/En el cielo argentino, crecieron mis hijos,/Hoy ya con arrugas, más experiencias/Vuelvo de nuevo,/A pisar el suelo, de Montevideo.”
La barra de la esquina, Reinaldo Yiso y Santos Lípesker: “Me fui de Buenos Aires por cosas de la vida/Y lejos, cuántas veces a todos los nombré,/Lo que no hubiera dado, mi barra de la esquina/Por verme con ustedes, igual que en mi niñez./ (…) Nos fuimos cada uno siguiendo su destino.../Yo al mundo fui mostrando que el tango es un señor.”
La casita de mis viejos, Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián: “Yo fui viajero del dolor/Y en mi andar de soñador/Comprendí mi mal de vida./ (…) Mis veinte abriles me llevaron lejos,/ Locuras juveniles... la falta de consejos.”
La melodía de nuestro adiós, Carmelo Santiago y Fioravante Di Cicco: “Canto de amor y de ensueño fue aquel/Que nuestro adiós para siempre envolvió,/Ansias de andar y andar me alejaron de ti/Para no retornar.”
Marejada, Daniel López Barreto y Roberto Firpo: “Cuando te dejé, tierra querida/Y te di aquel triste adiós,/La barra de Florida/Con pena sincera me despidió./Parece que veo los pañuelos/Agitarse con dolor.”
Mi taza de café, Homero Manzi y Alfredo Maleaba: “Un día alegremente te conocí, ciudad/Llegué trayendo versos y sueños de triunfar,/Te vi desde la altura de un cuarto de pensión/Y un vértigo de vida sintió mi corazón./Mi pueblo estaba lejos, perdido más allá/Tu noche estaba cerca, tu noche pudo más,/Tus calles me llevaron, tu brillo me engañó/Ninguno fue culpable, ninguno más que yo.”
Rumbos que perdí, Cátulo Castillo y Charlo: “Siempre esta tortura/Que me apura,/Y el dolor tremendo/Que llevo en mí./Soledad del alma en la aventura/De nunca haber llegado,/De vivir partiendo.../Rumbos que perdí,/Nombres que no están,/Cosas que se van/Muriendo.../Con este presentir/De rumbo incierto,/Sin saber sobre qué puerto/ Quiero morir...”
Vieja esquina, Roberto Lambertucci y Mario Perini: “Esquina porteña, de aquel barrio humilde/Con calles de barro y luz de farol,/Llegando la hora de la despedida/Mis ojos se nublan por un lagrimón./Me llevo en el alma, tu casita blanca/Rincón donde queda esperando un amor,/Y el grato recuerdo de cien serenatas/Que evocan las noches de un tiempo mejor.”
Viejo puerto, C. Ramos Prada, E. J. Gohin, A. J. A. Garzón y Miguel P. Orlando: “Viejo puerto, ya estoy de regreso/Buscando el beso, de mi ciudad,/Viejo puerto, yo soy aquel viajero/Que el mundo entero, quiso conquistar.”
Muchachos, adiós, Justo José Otero: “Tal vez no vuelva nunca, al barrio de la infancia/ Muchachos, no me extrañen, olvídense de mí,/Total, soy un bohemio, que arrastra su esperanza/En pos de un dulce sueño, que nunca conocí.”
Tango de la ausencia, Charlo: “Me ha besado el sol de muchos cielos/Y he surcado tantos mares/Con mis locas ilusiones./He soñado tanto y he vivido/Sin que el tiempo transcurrido/Nada importara.”
Vieja esquina, Roberto Lambertucci y Mario Perini: “Esquina porteña, de aquel barrio humilde/Con calles de barro y luz de farol,/Llegando la hora de la despedida/ Mis ojos se nublan por un lagrimón.”



3) Los que están lejos y no pudieron olvidar, el “espacio” quedó en ellos


El corazón al Sur, Eladia Blázquez: “La geografía de mi barrio llevo en mí,/Será por eso que del todo no me fui,/La esquina, el almacén, el piberío/Los reconozco... son algo mío.../Ahora sé que la distancia no es real,/Y me descubro en ese punto cardinal,/Volviendo a la niñez desde la luz/Teniendo siempre el corazón, mirando al sur.”
En pleno Nueva York, Adolfo Armando Ábalos: “Buenos Aires, aquí estoy,/En pleno Nueva Cork/Cargado de añoranzas./Buenos Aires de mi amor,/Qué ganas de volver Ciudad de mis andanzas.”
Francia, Juan Andrés Caruso y Samuel Castriota: “Te vas, hermano, a París/Te vas a París de Francia,/A pasear con tu elegancia/La canción de este país./ (…) También contigo se van/Nuestras caras ilusiones,/Volcadas en las canciones/Que hicimos con tanto afán./El conventillo, el bacán,/El floreo, el chamuyar,/La mina que va a piantar,/Los viejos abandonados,/Y todo está reflejado/En la musa popular.”
La barra de la esquina, Reinaldo Yiso y Santos Lípesker: “La barra de la esquina, yo nunca la olvidé.../Me fui de Buenos Aires por cosas de la vida/Y lejos, cuántas veces a todos los nombré,/ (…) Yo al mundo fui mostrando que el tango es un señor,/En las malas y en las buenas, jamás eché al olvido/La barra de la esquina que siempre me alentó./Dejé mis ilusiones, mi vida en esta esquina/Ni lujos ni placeres me hicieron olvidar.”
La canción de Buenos Aires, Manuel Romero, Azucena Maizani y Orestes Cúfaro: “Buenos Aires, cuando lejos me vi/Sólo hallaba consuelo/En las notas de un tango dulzón/Que lloraba el bandoneón./Buenos Aires, suspirando por ti/Bajo el sol de otro cielo/Cuanto lloró mi corazón/Escuchando tu nostálgica canción.”
La melodía de nuestro adiós, Carmelo Santiago y Fioravante Di Cicco: “Ansias de andar y andar me alejaron de ti/Para no retornar./En cien viajes, mil bocas besé/Quise tu imagen para siempre borrar,/Pero no pude, mi vida, mi reina querida/El pasado olvidar./ (…)Hoy como ayer y mañana tal vez/Querrá el destino mi ruta cambiar,/Pero tu imagen cruzando, cruzando distancias/Junto a mí vendrá./(…) Porque han pasado veinte años, muñeca querida/Y no puedo olvidar.”
Lejana tierra mía, Alfredo Le Pera y Carlos Gardel: “Lejana tierra mía/Bajo tu cielo,/Bajo tu cielo,/Quiero morirme un día/Con tu consuelo,/Con tu consuelo./(…) Lejana tierra mía/De mis amores,/¡Cómo te nombro!/En mil noches de insomnio/Con las pupilas/Llenas de asombro...”
Lejos de Buenos Aires, Oscar Rubens y Alberto Suárez Villanueva: “Buenos Aires, mi ciudad/¡Cuánto extraño tu emoción!/Hoy que vuelvo a recordar/Se me parte el corazón.../Cómo pude yo dejar/Cómo pude abandonar,/El calor de aquella tierra/Que me dio ternura y paz./ (…) Todo vuelve a resurgir/En la dulce evocación,/Y al pensar lo que he dejado/Se me escapa un lagrimón...”
Lejos de mi tierra, Azucena Maizani: “Por caminos del mundo, paseo mi ansiedad/Llevando en lo profundo del alma, soledad,/Tan lejos de mi tierra, soñar es recordar/Y es que el recuerdo encierra, a mi lejano hogar./La vida es un recuerdo, que vive en la extensión/Un ansia que se agita y alienta al corazón,/Al corazón que quiere y no puede olvidar,/Al corazón que muere, que muere por amar.”
Loca ilusión, Arturo J. Rodríguez Bustamante y Julio De Caro: “Y yo pensando en ti/De Montmartre a Perogard/Ambulo por París./Soñando en lo que fue.../Vagando por el bosque de Bolena,/Testigo de mi pena/Me ofrece fresca sombra,/Calmando mi dolor sus flores bellas,/Y ríen las estrellas/De mi loca ilusión...”
Mañana zarpa un barco, Homero Manzi y Lucio Demare: “Dos meses en un barco viajó mi corazón/Dos meses añorando la voz del bandoneón,/El tango es puerto amigo donde ancla la ilusión/Al ritmo de su danza, se hamaca la emoción./De noche, con la luna soñando sobre el mar/El ritmo de las olas me miente su compás,/Bailemos este tango, no quiero recordar/Mañana zarpa un barco, tal vez no vuelva más...”
Mi barco peregrino, Francisco Yoni y Raúl Garcés: “El pañuelo blanco de tu mano/Se quedó contigo junto al mar,/Y tu beso breve y hoy lejano/Me quemó con su fuego inmortal./Y al partir mi barco hacia otras playas/Yo no he vuelto a ser jamás feliz,/Ya que dondequiera que yo vaya/Llevo la impresión que te perdí.”
No hay tierra como la mía, Enrique Cadícamo y Charlo: “No hay tierra como la mía/Y esta milonga les canto,/Y esta milonga les canto/Y si alguien me desafía/Le juego dándole tantos.../Soy un criollo de avería/Que el mundo fui recorriendo,/Que el mundo fui recorriendo/Y al final vine diciendo:/“No hay tierra como la mía”...”
Qué lejos mi Buenos Aires, Homero Cárpena y Roberto Pansera: “Cuántos recuerdos dormidos/Y cuántos seres queridos/Me hacen decir al pensar.../Qué lejos mi Buenos Aires.../Qué distinto que has de estar.../Cierro los ojos y veo/Allá por mi barrio reo/Dos trenzas y un delantal.../El patio con sus glicinas/Con sabor a miel de hogar.”
Siempre se vuelve a Buenos Aires, Eladia Blázquez y Ástor Piazzolla: “Esta ciudad está embrujada, sin saber/Por el hechizo cautivante de volver,/No sé si para bien, no sé si para mal/Volver tiene la magia de un ritual./Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser,/me reconozco en la costumbre de volver,/A reencontrarme en mí, a valorar después/Las cosas que perdí, la vida que se fue./(…) Que nadie escapa al fatalismo de su propio ser,/Estoy pisando tus baldosas/Floreciéndome las rosas, por volver./ (…) Decirte adiós a vos... ya ves, no puede ser/Si siempre y siempre sos una razón para volver.”
Tan lejos, Marvil y José Dames: “Lejos de mi pampa y de mis sueños,/Si alcanzarte es vano empeño/Recordarte es padecer./(…) Y hoy que estoy tan lejos/Lloro al recordar,/Gotas de rocío,/Gotas de rocío/Son de tu rosal.../ (…) Sueño de olvidar este vacío,/De mi madre y de los míos/De mi pingo y de mi amor...”
Tango mío, Emilio Fresedo y Osvaldo Fresedo: “Cuando sepas que estás lejos,/Cuando su canción /Llegue a tus oídos./Una angustia habrás tenido, /Y sentirás vos/Que está muy lejos tu sol./Y si piensas en tu casa,/Si recuerdas tus andanzas/Por esas calles de Dios.../Pensarás en tu Corrientes,/Tus amigos, tus parientes/Llorarás con su canción./¡Tango!/Tango mío, que llegás al corazón,/¡Tango!/Es pedazo de mi tierra, tu canción./¡Tango!/Lejos, cuando se oye tu cantar,/A tu lado está otra vez,/El amigo que dejás/Y estar lejos es un sueño.”
Trotamundos, Horacio Sanguinetti y Domingo Rullo: “Todo lo perdí/La noche aquella de tu adiós./Luego alcé mis anclas/Y partí con mi dolor./Puertos y más puertos/No borraron, en mi pobre corazón/La pena de este amor./(…) Ni el nombre sé y allá en París/No la olvidé nunca jamás,/Fue a la deriva, mi pobre vida/Fui trotamundo sin saber/Que nunca pude olvidar, su querer.”
Un tango y nada más, Carlos Waiss, Armando Lacava y Juan Pomati: “Un tango más, un gorrión de barrio viejo/Tiembla en la sombra doliente del ayer,/Un tango más y el juguete de la luna/Vuelve a mentir en el triste anochecer./Mi juventud la quemé en la cruz viajera/En la quimera de andar, siempre de andar,/Buscan mis ansias calor de primavera/Y sólo hay... un tango y nada más.”
Vuelvo al Sur, Fernando (Pino) Solanas y Ástor Piazzolla: “Vuelvo al Sur,/Como se vuelve siempre al amor./Vuelvo a vos,/Con mi deseo, con mi temor./Llevo el Sur,/ Como un destino del corazón./Soy del Sur,/Como los aires del bandoneón.”



II) El regreso

1) Los que no volverán

Allá en Buenos Aires, Reinaldo Yiso y Arturo Gallucci.: “Tomemos otra copa/Brindemos por tu viaje,/No sabés cuánto siento/Que yo no pueda ir,/Tal vez mañana mismo/Mi corazón se apague,/Mientras tu barco deja/El puerto triste y gris.”
Anclao en París, Enrique Cadícamo y Guillermo Desiderio Barbieri: “Tirao por la vida de errante bohemio/Estoy, Buenos Aires, anclao en París/Cubierto de males, bandeado de apremios/Te evoco desde este lejano país./¡No sabés las ganas que tengo de verte!/Aquí estoy varado, sin plata y sin fe.../Quien sabe una noche, me encane la muerte/Y chau Buenos Aires, no te vuelva a ver.”
Barrio pobre, F. García Jiménez y Vicente Belvedere: “Por esta calle, en una noche huraña y fría/Salí del mundo bueno y puro del ayer,/Doblé la esquina, sin pensar lo que perdía/Me fui sin rumbo, para nunca más volver.”
Muchachos, adiós, Justo José Otero: “Tal vez no vuelva nunca, al barrio de la infancia/Muchachos, no me extrañen, olvídense de mí,/Total, soy un bohemio, que arrastra su esperanza/En pos de un dulce sueño, que nunca conocí.”
Tan lejos, Marvil y José Dames: “Lejos de mi patria y sin cariño,/Hoy me siento como un niño/Que no sabe ya volver./Lejos de mis montes y cañadas,/Que al volver de madrugada/Cuántas veces contemplé./Lejos de los vados de mis ríos,/De mi madre y de los míos/Que tal vez nunca veré...”
Tierra querida, Luis Díaz y Julio De Caro: “Tierra querida/En que nací,/El rubí de tus auroras/No veré,/Tu cielo puro y tu sol,/Ya no podré gozar/Lejos de ti.”



2) Los que vuelven y no encuentran lo que esperaban

Adiós, pueblo, José Pedro De Grandis y Agustín Bardi: “Pueblito que un día fuiste/Como una madre a mi niñez,/Hoy que te anhelo, ya nada existe/Cómo castigas a mi vejez./ Pueblito que un día lejano/Al ausentarme, te di mi adiós,/Y hoy ya de vuelta te busco en vano/Pueblito mío, quién te cambió.”
Barajando recuerdos, Enrique Cadícamo y Luis Visca: “Cruzando por tus calles/Camino emocionado,/Ya no te queda nada/Del viejo malecón./Ya no está, la que ayer/Esperaba mi pasada,/Su balcón se cerró/Y está triste la barriada./(…) Quisiera ser muchacho/ Volver a lo que era, /Tener la misma pinta/De cuando dije adiós./Me siento triste y viejo/Y pienso si pudiera,/Romperle las agujas/La vida es un reloj.”
Barra querida, César Felipe Vedan y Carlos Alberto Sánchez: “Siento llorar, compadre, el corazón/Al regresar al barrio en que nací,/Al recordar mis horas de purrete/Mi viejecita, mi hogar, todo perdí./Recuerdo mi lejana juventud/Cuando alumbraba el sol de la ilusión,/Cuando un gotán nos transportaba al cielo/O nos ligaba el amor de un metejón.”
Hoy estoy de nuevo (milonga candombe), Mario Rivie y Donato Racciatti: “Hoy vengo de nuevo, a Montevideo/Después de tantos años/Vuelvo a mi barrio y al fin te veo./Hoy me da tristeza/Porque no encuentro a viejos amigos,/En aquella casa donde ayer jugaba/Ya no son los mismos,/Quedan algunos viejos vecinos/Que con el fiel cariño, me recuerdan niño.”
Marejada, Daniel López Barreto y Roberto Firpo: “Cuando regresé a mi patria/Después de una larga ausencia,/La vi una vez... qué triste fue/Volver a verla así...!/Arrastró la marejada/A su barco de ilusiones,/Que navegó sin dirección/Por culpa de mi amor.”
Acariciando recuerdos (vals), César Vedani y Agustín Irusta: “Vuelvo, noviecita buena/Como en otros tiempos, al mismo lugar,/Donde inquieta me esperabas/Mientras suspirabas, llena de ansiedad;/ (…) Todo para mí ha cambiado/Desde que a mi lado no te tengo más,/Nuestra senda luminosa/Se tornó borrosa desde que no estás.”
Tango de la ausencia, Charlo: “Al volver después de tantos años/Como tantas otras veces/Encontré todo cambiado,/Ya no tengo el beso de mi madre/Y son muchos los amigos/Que ya se han ido./Una pena enorme me enloquece/Y me siento tan culpable/Por haber tardado tanto,/Buscando inútilmente la ternura/Y el abrazo fraternal/Que ya no está.”
Triste regreso, Francisco García Jiménez y Antonio Tanturi: “Vuelvo/A mi hogar arrepentido,/Buscando el calor del nido/Que un mal día desdeñé./Tarde/Apercibo mi locura,/Y aquel nido de ventura/No será el que encontraré.”
Viejo rincón, Roberto Lino Cayol y Raúl de los Hoyos: “Hoy vuelvo al barrio que dejé/Y al campanearlo me da pena,/No tengo ya mi madrecita buena/Mi rancho es una ruina, ya todo se acabó./Porque creí, -loco de mí-/Por ella di, mi vida entera,/También mi fe se convirtió en tapera/Y solo siento ruinas latir dentro de mí.”



3) Los que vuelven “cambiados” (envejecidos, acabados o rendidos)

Barrio reo, Alfredo Navarrine y Roberto Fugazot: “Hoy te encuentro envejecido/Pero siempre tan risueño/¡Barrio lindo! Y yo ¿qué soy?/¡Treinta años y mirá,/mirá que viejo estoy!/(…)Mi barrio reo/Calor de nido/Vengo a buscar/Estoy rendido/De tanto andar.”
Demasiado tarde, Horacio Delamónica y Francisco Tróppoli: “Todo está igual, nada ha cambiado,/El mismo patio, el mismo sol,/La misma hiedra que al igual que mi esperanza/En la ausencia fue creciendo conservando su verdor.../Tan sólo yo vuelvo cambiado/Traigo el tormento de vivir,/Tengo clavado en mi pecho el desencanto/Y mi corazón de pena, desangrándose al sufrir...”
Desagravio, Homero Manzi, J..M. Contursi y Francisco Juan Lomuto: “Y hoy, he vuelto tan cambiado/Que entre lágrimas, tus ojos/Me contemplan asombrados...(…) Ves... la vida nos enseña a comprender.../Ves... el tiempo te ha vengado sin querer./Y, al final, hecho pedazos/Se nos muere entre los brazos/El ayer...”
Desolación, Víctor Álvarez y Tito Ribero: “Senda de añoranzas del pueblo perdido/Que lleno de anhelos me viera marchar,/Hoy sólo contemplas a un pobre vencido/Que la ciudad, un día, soñó conquistar.”
Después de cuatro años, Antonio Pedro Anzano y Jaime Vila: “Muchachos, hoy retorno, después de cuatro años/Hasta el rincón humilde, de este viejo café./Con una herida abierta, que forja el desengaño/Y por la cual desangra, un resto de mi fe./ (…) Hoy hace cuatro años, que me alejé del barrio/Para seguir la senda, de una mujer fatal,/La que llenó mi vida, de angustias y de agravios/Clavando en mi egoísmo, un incurable mal.”
Hondas heridas, Nolo López y Augusto P. Berto: “Estoy de vuelta, barrio querido/Hondas heridas vengo a curar,/(…) Amargas penas, llevo en el alma/Tierras lejanas yo recorrí,/Quise igualarlo a aquel trovero/Pero no pude dar con el fin./Mucho anhelaba, todo fue en vano/Hoy vengo enfermo, ¡Cuánto sufrí...!/Barrio querido, fuiste mi cuna/Dame tu aliento, quiero vivir. “
Triste regreso, Francisco García Jiménez y Antonio Tanturi: “Vuelvo/A mi hogar arrepentido,/Buscando el calor del nido/Que un mal día desdeñé./Tarde/Apercibo mi locura,/Y aquel nido de ventura/No será el que encontraré.
La casita de mis viejos, Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián: “Barrio tranquilo de mi ayer/Como un triste atardecer,/A tu esquina vuelvo viejo/Vuelvo más viejo/La vida me ha cambiado/Y en mi cabello un poco de plata/Me ha dejado.../(…) Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,/Cada cosa es un recuerdo/Que se agita en mi memoria.”
Mis amigos de ayer, José María Contursi y Francisco Juan Lomito: “Me entristecen estas calles, las estrellas y la esquina/Con perfumes de glicinas y colores de malvón.../Es que estoy mucho más viejo, melancólico y más flojo.../Y me sale por los ojos hecha llanto mi emoción.”
Viejo puerto, C. Ramos Prada, E. J. Gohin, A. J. Aurelio Garzón y Miguel P. Orlando: “Viejo puerto, ya estoy de regreso/Buscando el beso, de mi ciudad,/Viejo puerto, yo soy aquel viajero/Que el mundo entero, quiso conquistar./Con mi recuerdo, te traigo pedazos/De mi fracaso sentimental,/Vengo cansado, sin fe, muy vencido/Puerto querido, junto a vos vengo a llorar.”



4) Los que regresan o volverán algún día buscando la “bendición” o la salvación en ese espacio y en las personas que dejaron

Adiós, París, José Rótulo y Graciano Gómez: “¡Adiós París... chau mi París!.../Quiero volver a mi Argentina./Quiero poder acariciar un día/Tantos recuerdos que dejé por vos./No puedo más vivir así/Quiero besar a mi viejita,/Poniendo mi corazón/Juntito a su corazón/Para llorar de emoción.”
Bajo un cielo de estrellas, J. María Contursi, Enrique M. Francini y Héctor Stamponi: “Mucho tiempo después de alejarme/Vuelvo al barrio que un día dejé.../Con el ansia de ver por sus calles/Mis viejos amigos... el viejo café...”
Cuando te vuelva a ver, Nicolás D´ Alessandro: “Voy por la vida con la esperanza/De que algún día te he de encontrar,/Y nuevamente en la noche/Las sombras besadas por la luna./Muchos caminos he recorrido/Pensando siempre en regresar,/Porque en la luz de mis pupilas/Brilla tu imagen que no podré olvidar.”
Llegando a puerto, Enrique Lary y Mario Demarco: “No temas, nunca más he de zarpar,/Ya nunca estarás sola, madre mía/¿Por qué lloras y me miras?/¡Oh! Qué frías están tus manos./Sí, mamá, es verdad./Dejaré el mar.../Mañana cuando el sol anuncie el día/He de hincarme de rodillas/En la tumba de papá.”
La casita de mis viejos, Enrique Cadícamo y Juan Carlos Cobián: “Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,/Cada cosa es un recuerdo/Que se agita en mi memoria./Mis veinte abriles me llevaron lejos,/Locuras juveniles... la falta de consejos./(…) Pobre viejita, la encontré/Enfermita, yo le hablé/Y miró con unos ojos.../Con esos ojos nublados por el llanto,/Como diciéndome:/¿Por qué tardaste tanto?/Ya nunca más he de partir/Y a su lado he de sentir/El calor de un gran cariño.”
Mi barco peregrino, Francisco Yoni y Raúl Garcés: “Bella mujer/De un país lejano y oriental,/Es por tu amor que anclaré /Y no volveré a hacer mar./Detendré mi barco peregrino/Donde yo aprendí lo que es amar,/Cambiaré por siempre mi destino/Y mis ansias de peregrinar.”
He vuelto, muchachos, José María Suñé, J.C. Sanders y E. Brameri: “He vuelto, muchachos/De nuevo a mi barrio,/Están mis amigos/Los mismos de ayer./(…) De nuevo aquellos días/Están en mi memoria,/Mi vieja con mi novia/Mis amigos y el café./Hoy los veo, como entonces/Si parece que todo fue ayer.”
Barrio Viejo, Eugenio Cárdenas y Guillermo Desiderio Barbieri: “Barrio, que nunca te he podido olvidar/Aunque mi ausencia mucho tiempo duró,/Barrio, rincón de mi alegría/Vengo a buscar la gloria/De mis lejanos días./Quiero que sepas que no puedo vivir/Lejos de tus calles cubiertas de sol,/Porque el esplendor/Que siempre hay en ti/Hace revivir mi amor.”
Hondas heridas, Nolo López y Augusto P. Berto: “Estoy de vuelta, barrio querido/Hondas heridas vengo a curar,/Perdón, mi barrio, sólo te digo/Que estoy enfermo de tanto amar./(…) Hoy vengo enfermo, ¡Cuánto sufrí...!/Barrio querido, fuiste mi cuna/Dame tu aliento, quiero vivir.”
Lucecitas de mi pueblo, Francisco Oyarzábal y Enrique Delfino: “Farolitos de mi pueblo/Que en la noche veo brillar,/Racimito de reflejos/Que allá, a lo lejos/Me hablan de paz.../Pasaré toda mi vida/Entre tus viejas/Luces queridas./Lucecitas de mi pueblo/Que no volveré a dejar.”
Mi Buenos Aires querido, Alfredo Le Pera y Carlos Gardel: “Mi Buenos Aires querido/Cuando yo te vuelva a ver/No habrá más penas, ni olvido.../Mi Buenos Aires, tierra florida/Donde mi vida terminaré,/Bajo tu amparo no hay desengaños/Vuelan los años, se olvida el dolor./(…) Quiero que sepas que al evocarte/Se van las penas del corazón.”
Trotamundos, Horacio Sanguinetti y Domingo Rullo: “Y hoy sé muy bien/Que nunca más he de partir,/Ya soy un barco cansado y viejo/Que sólo busca en un rincón, morir.”
Vieja esquina, Roberto Lambertucci y Mario Perini: “Me alejo.../Llevándome el alma herida./Pues dejo.../Lo que más quiero en la vida,/Mi madre, mis amigos, la esquina y mi querer,/Por esa causa pronto, pronto volveré.”
Viejo puerto, C. R. Prada, E. J. Gohin, A. J. Aurelio Garzón y Miguel P. Orlando: “Viejo puerto, ya estoy de regreso/Buscando el beso, de mi ciudad,/Viejo puerto, yo soy aquel viajero/Que el mundo entero, quiso conquistar./Con mi recuerdo, te traigo pedazos/De mi fracaso sentimental,/Vengo cansado, sin fe, muy vencido/Puerto querido, junto a vos vengo a llorar.”
Vuelvo al sur, Fernando (Pino) Solanas y Ástor Piazzolla: “Vuelvo al Sur,/Como se vuelve siempre al amor./Vuelvo a vos,/Con mi deseo, con mi temor./Llevo el Sur,/Como un destino del corazón./Soy del Sur,/Como los aires del bandoneón.”
Aquí estoy de vuelta, Buenos Aires, Carlos Lucero y Eladio Blanco: “Aquí estoy de vuelta, Buenos Aires mío,/Aquí estoy de vuelta, cantando otra vez,/Qué feliz me siento de nuevo en mi tierra/De esta tierra gaucha que me vio nacer./Cuando estuve lejos de vos, patria mía/Aprendí a quererte, como vos sabés./Por eso te grito con toda mi alma.../Buenos Aires mío... ¡Qué lindo es volver!”
Mi Buenos Aires, Ivo Pelay y Francisco Canaro: “¡Mi Buenos Aires!/¡Mi Patria chica!/Vengo de lejos/De tierra extraña/De lejos vengo,/Y el alma grita/Vibrando: ¡Te quiero!/Mi Buenos Aires/¡Yo soy aquel de ayer!/Cielo querido,/¡Por fin te vuelvo a ver!”




El viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar…

Salir del propio espacio para ocupar otro, traslado corporal, pero que nunca es una “salida” total. Escapar de algo, alguien, un espacio concreto… Huir de aquello que hace mal, pensar que no “viéndolo” sanarán las heridas, y hasta se podría llegar a olvidar.


¿Qué se busca en esa partida, que en algunos casos es huida? Cambiar algo. En frases como “la vida me llevó por muchos caminos” está latente el deseo personal de caminarlos. La decisión del traslado es de uno… Las circunstancias empujarán a ello, pero el viaje iniciático lo establece uno mismo.
Hemos visto en los tangos seleccionados, varios aspectos en este deseo de cambiar de lugar, aún cuando la intención tenga en sí la misma esencia: dejar ese espacio e ir a otro.

Partidas y despedidas, para que en muchos casos se vuelva al mismo lugar: el físico espacial. Y el interno personal… Otros no vuelven, pero permanecen en ellos las mismas cosas. Típica esencia porteña: añoranza de un pasado que fue feliz y que uno “teme” perder aunque se manifieste lo contrario.

Y hay otro temor: el de la vuelta a lo conocido que por el paso del tiempo puede no reconocerse.



En el tango “Volver” (A. Le Pera y Carlos Gardel) están presentes casi todos los aspectos vistos hasta ahora. El que canta manifiesta en versos maravillosamente logrados, estos sentimientos del haber partido y decidir regresar. “Veinte años no es nada”, aludiendo a que el tiempo no “borra” lo imborrable: el recuerdo. “Tengo miedo del encuentro/ con el pasado que vuelve/ a enfrentarse con mi vida”… Manifiesto temor donde la expectativa puede no ser alcanzada… O versos como “pero el viajero que huye/ tarde o temprano detiene su andar”. Aquí la idea quizás clave: el que se fue puede algún día regresar. Pero aun, en el que no volverá, se puede despertar en algún momento este deseo de acabar el viaje, en un sentido más profundo. Lo que detendrá su andar, aún sin detenerlo y en pleno viaje, será el no poder sustraerse de lo que le es propio: “su” lugar.

Desde hace un tiempo, Internet acortó distancias… ¿Pero cómo medir el grado de nostalgia, la no presencia, etc.? No es fácil, ya que cada individuo sabe qué de lo que no tiene, necesita; y cuánto le alcanza de todo aquello que le posibilita la comunicación en tiempo real con las personas anheladas o la llegada de noticias de su tierra lejana.

Es evidente que treinta años atrás, y ni qué hablar de la época de los tangos que nos convocan, era una distancia más “real” en todos los aspectos. Salvo las cartas y luego el teléfono, había una verdadera incertidumbre, un total desconocimiento de todo aquello que la propia lejanía imponía. La nostalgia, el recuerdo, provocaban así una angustia profunda en ese estar lejos. Por eso, si intentamos establecer cuántas referencias hay sobre la incapacidad de olvido y el deseo de volver a ver y vivir el propio suelo, notaremos que aparecen en la mayoría de los numerosos tangos vistos. De ahí que el viajero “se lleva” el lugar que dejó, lugar que involucra lo espacial-temporal-humano.

“La geografía de mi barrio sigue en mí/será por eso que del todo no me fui” dice la maravillosa Eladia en “El corazón al Sur". Y por su lado Aníbal Troilo expresa con honda ternura en su "Nocturno a mi barrio":



Alguien dijo una vez
Que yo me fui de mi barrio.
Cuándo?...Cuándo?...
Si siempre estoy llegando.
Y si alguna vez me olvidé,
Las estrellas de la esquina
De la casa de mi vieja,
Titilando como si fueran manos amigas,
Me dijeron: Gordo, quedate aquí,
Quedate aquí.


Entre partidas y regresos, entre mudanzas y viajes… irse es estar llegando. Y así tal vez todo ello constituya el esfuerzo heroico y desesperado del hombre que lucha incesantemente por arrebatarle tiempo a la muerte.







Por Mónica Matar