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sábado, 30 de octubre de 2010

Mina que fue en otros tiempos...

                                                                













Mujer, musa inspiradora… Mezcla de debilidad y fortaleza para el varón que la evoca… Perfección estética o ética… O en otros casos, decididamente un mal que padeció …

Mujer que se ha ido, y con esa pérdida, la destrucción del hombre. Dimensión pasional del amor encarnado en un tipo de mujer que es capaz de llevarlo hasta el horror...Pero si permanece a su lado, elevarlo a la felicidad total.

Hoy pasearemos por los lugares comunes que han definido a las mujeres en las letras del tango. Arquetipos con nombre de mujer. Porque en esta selección, sólo tomé algunos tangos que tienen por título un nombre o apodo.

Y allí veremos las que se han ido, las francesitas, las que “dieron el mal paso”, las idealizadas, las singulares…

Y todas ellas nombradas y expuestas desde el título mismo.



1) La que se fue y nunca volverá…


Hemos conocido uno de los dramas de amor de los tangos: el del hombre abandonado. El poeta llora y lamenta la pérdida, pero exacerbando en el recuerdo las bondades de la evocada. Idealización generada desde la no presencia. Figura que se agranda con el paso del tiempo y en un presente de soledad.


Alejandra, E. Sábato y A.Troilo: “Entre soledades y hondos dolores/ En vagas regiones de negros malvones,/ Estás, Alejandra, por cuáles caminos,/ Con grave tristeza, ¡Oh, muerta princesa!(…) La sorda sirena de un barco lejano/ Mis ojos nublados te buscan en vano.”

Ana Lucía, J. B. Gatti y J. R. Iglesias: “Ana Lucía.../ Mi muñeca delicada y rubia,/ Ana Lucía.../ Capullo que mojó la lluvia./ Breve fue su paso por mi vida/ Triste fue el destino de su amor.../ Aquel invierno/ Está en mi alma todavía,/ Mi pequeña Ana Lucía/ En mis brazos se moría,/ Como una flor...”

Claudinette, J. Centeya y E. Delfino: “Ausencia de tus manos en mis manos/ Distancia de tu voz que ya no está.../ Mi buena Claudinette de un sueño vano/ Perdida ya de mí, ¿dónde andarás?/ La calle dio el encuentro insospechado/ La calle fue después quien te llevó.../ Tus grandes ojos negros, afiebrados/ Llenaron de tiniebla, mi pobre corazón.”



¿Dónde estás, Mariel? R. Yiso, J. Puey y A: “Mariel... Mariel.../ Muchacha de París, te quiero./ Sin ti, Mariel.../ De angustia y de ansiedad, me muero/ Mariel... Mariel.../ Qué senda te llevó tan lejos.../ Te busco, pero dónde,/ Te llamo, no respondes,/ Dónde se ocultó tu amor./ Te sueño noche y día,/ Daría yo mi vida/ Sólo por hallar tu amor.”

Ivón, H. Sanguinetti y L. Vasca: “¡Dónde andarás, Ivón!/ De calle en calle mi amor te nombra./ ¡Dónde andarás, Ivón!/ De barrio en barrio te busco, alondra./ Y me parece que estás huyendo de mí.”

Lilián, L. Caruso y H. Varela: “Lilián.../ Rubia y dulce, Lilián./ Pasión.../ De un romance casual./ Esa noche yo estaba tan sólo/ Y tú llenaste mi soledad./ Lilián.../ Rubia y dulce, Lilián./ No estás.../ Esta noche no estás.”

Lisón, J. Centeya y J. Ranieri: “Lisón/ Tu amor quedó en mi corazón./ Lisón, dulce Lisón./ Y fue/ La melodía de tu voz/ Sentí triste canción./ Lisón/ Eran tus manos blancas/ Y yo soñaba con la luna/ Vida mía./ En un/ Romance azul de juventud/ Lisón, dulce Lisón.”

Magdalena, L. Caruso y D. Cisne: “Vino trayendo alegrías/ Que el barrio desconocía/ Llenando todo de sol./ Se llamaba Magdalena/ Y era tan buena/ Tan buena.../ Magdalena, Magdalena.../ Como se agranda esta pena,/ Al saber que nunca más/ He de volverme a mirar/ En tus ojos, Magdalena.”

María, C. Castillo y A. Troilo: "María.../ En las sombras de mi pieza/ Es tu paso el que regresa.../ María.../ Y es tu voz, pequeña y triste/ La del día en que dijiste:/ “Ya no hay nada entre los dos”.../ María.../ La más mía... la lejana.../ Si volvieras otra mañana/ Por las calles del adiós.../(…) Pero tus manos buenas, regresaban presentes/ Para curar mi fiebre, desteñidas de amor...

Mimí Pinsón, J. Rótulo y A. Roggero: “Mimí Pinsón,/ Yo te soñé en la novela de Musset/ Y te encontré después en mi destino./ Qué cortos fueron los caminos de los sueños/ Y qué vanos los empeños/ Por salvarte de la muerte./ Sigue la nieve castigando el ventanal.../ ¡Y yo con esta soledad!/(…) Te veo y te presiento,/ Pero es inútil, ya no vienes a mi encuentro/ Mimí Pinsón...”

Gricel, J. M. Contursi y M. Mores: “No te olvides de mí.../De tu Gricel.../Me dijiste al besar/El Cristo aquel.../Y hoy que vivo enloquecido/Porque no te olvidé/Ni te acuerdas de mí/Gricel... ¡Gricel!.../Me faltó después tu voz/Y el calor de tu mirar,/Y como un loco te busqué/Pero ya nunca te encontré,/Y en otros besos me aturdí./¡Mi vida toda fue un engaño!”

Rosicler, F. García Jiménez y J. Basso: “Te llamabas Rosicler/ Como el primer/ Rayo del día.../ Y en los lirios de tu piel/ Todo mi ayer/ Se perfumó.../ Ese ayer que me persigue/ Con su máscara terrible/ De dolor y de imposibles.../ Ya me voy, rubia mujer/ Ya nunca más he de volver.../ Y en el río de las sombras/ Soy la sombra que te nombra/¡Mi Rosicler...!”

Margarita Gauthier, L. J. J. Nelson y J. M. Mora: “Hoy te evoco emocionado,/ mi divina Margarita/Hoy te añoro en mis recuerdos ¡Oh, mi dulce inspiración!/Soy tu Armando el que te clama, mi sedosa muñequita/El que llora... el que reza, embargado de emoción./El idilio que se ha roto me ha robado paz y calma/Y la muerte ha profanado la virtud de nuestro amor,/¡Para qué quiero la vida!... si mi alma destrozada/Sufre una angustia suprema... vive este cruento dolor.”

Rubí, E. Cadícamo y J. C. Cobián: “Rubí.../Acuérdate de mí,/No imploro tu perdón/Mas de tu corazón no me arrojes.../Rubí.../¿Adónde irás sin mí?/Cuando no estés conmigo/¡Quién podrá quererte así!/Rubí.../En este instante gris/Un último dolor…”




2) La que dio “el mal paso”…



A través de la historia, la figura femenina ha dado lugar a muchas reflexiones y teorías, casi todas basadas en la tradición, prejuicios, tabúes religiosos, supersticiones, etc…

Desde una perspectiva del género, es una historia de supeditación que nace con la implementación del patriarcado en las comunidades primitivas y que continuó en las contemporáneas.

Según el “orden natural”, el hombre pertenece al mundo exterior y la mujer, al interior. De este modo, las mujeres son confinadas al perímetro casero.

En mis estudios sobre literatura infantil, recuerdo estos temas recurrentes en los cuentos de hadas, donde las protagonistas mujeres o niñas, salían del espacio que les era propio y sufrían por ende, las consecuencias. Invito de paso a la lectura de “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” de Bruno Bettelheim, donde desarrolla este tema y otros por demás interesantísimos.

Así las cosas, y ubicándonos en el Buenos Aires de principios de siglo, observaremos que este orden se mantiene, con ingredientes característicos del “macho argentino” y las circunstancias propias de un país en constantes cambios y tamizado de influencias foráneas. Identidad que no se pierde, pero con dificultades a la hora de cohabitar con otras.

Y en el tango, en sus letras, está reflejado este tópico: la mujer que abandona “su” lugar para irse a otro. Pibas deslumbradas por las luces del centro. Dejan el barrio para obtener una vida fácil, y con ella, todos los peligros. Tentación por darse ciertos gustos y que la llevan a “perderse”.

Son numerosos los tangos en que está presente este reclamo a las mujeres que cambiaban de vida para obtener “riquezas y placeres”. Presente también el desconocimiento del cómo se gestó ese cambio. Algunas aparecen como arrastradas de algún modo a ese camino de un mal fin, justificadas como en este verso: “otras cayeron igual”. Mujeres, entonces, que no han decidido ellas mismas su destino.

Como hoy nos convoca sólo aquellos tangos con “nombre de mujer”, los invito a investigar cuántos otros han tratado este tópico, y verán qué larga es la lista.

Carmín, M. Robles y V. Buchino: “Carmín, siempre está el sitio que dejaste ayer./Carmín, siempre hay dos manos que rogando están./Ya es tiempo de llorar, con llanto de malvón,/Con lágrimas de fe, Carmín volvé.(…)/Ayer, tenías el sol en tu rayuela/Alumbrando tu vida simple y pura,/Y hoy que tenés la pista iluminada/Está a oscuras tu pobre corazón."

Galleguita, A. Navarrine y H. Pettorosi: “Galleguita, la divina/La que a la playa argentina/Llegó una tarde de abril/Sin más prendas, ni tesoros/Que tus negros ojos moros/Y tu cuerpito gentil./Siendo buena, eras honrada/Pero no te valió nada/Otras cayeron igual./Eras linda, galleguita/Y tras la primera cita/Fuiste a parar al Pigall.”





Gigí, E. Moreno y E. Valentino: “Nos citaban las campanas/En el patio de la escuela,/Y caían azucenas/En tu blanco delantal.../Tarde de oro en tus cabellos/En tus ojos, dulces sombras,/Y nació mi primer verso/Que inocente aun te nombra/Con amor sentimental.../Gigí.../Ayer te vi por Santa Fe./Gigí.../Perfume, seda y esplendor./Y yo.../Pobre bohemio te lloré./Mujer.../De un sueño de oro que volvió.”

Margot, C. Flores, C. Gardel y J. Razzano: “Yo me acuerdo, no tenías casi nada que ponerte/Hoy usás ajuar de seda con rositas rococó,/Me revienta tu presencia, pagaría por no verte/Si hasta el nombre te has cambiado, como has cambiado de suerte/Ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot.”

Milonguita, S. Linning y E. Delfino: “Estercita.../Hoy te llaman Milonguita,/Flor de noche y de placer/Flor de lujo y cabaret./Milonguita.../Los hombres te han hecho mal/Y hoy darías toda tu alma/Por vestirte de percal./Cuando sales por la madrugada/Milonguita, de aquel cabaret,/Toda tu alma temblando de frío/Dice: ¡Ay, si pudiera querer!.../Y entre el vino y el último tango/P’ al cotorro te saca un bacán.../¡Ay, qué sola, Estercita, te sientes!/Si llorás, dicen que es el champán.”




3) La francesita “gaucha”…





Tangos en donde las protagonistas son las francesas en Buenos Aires o las argentinas ancladas en París. Recordemos que en las primeras décadas del siglo XX, el tango se expande en París y cambia costumbres, aquí y allá.

Este culto nuevo que apasiona a la ciudad, va a mezclar a todas las clases: aristócratas, vividores, nobles, actrices, prostitutas, todos. Un Art Déco en París pero también en Buenos Aires… Tango en los famosos cabaret del centro, pero conviviendo con el de los patios, conventillos, tabernas, saloncitos y prostíbulos.

Además por estos años, se reproducen los burdeles con mujeres que venían de todas partes del mundo como España, Francia, Italia, Alemania y hasta de Polonia, para los hombres también inmigrantes que habían abandonado a sus familias en busca de posibilidades en otro continente.

No es de extrañar entonces, que las francesitas fueran las protagonistas de muchos tangos. Y veremos a continuación que ya en sus títulos llevan los nombres de aquellas musas galas.



Griseta, J. González Castillo y E. Delfino: “Mezcla rara de Museta y de Mimí/Con caricias de Rodolfo y de Schaunard,/Era la flor de París/Que un sueño de novela trajo al arrabal.../Y en el loco divagar del cabaret/Al arrullo de algún tango compadrón,/Alentaba una ilusión/Soñaba con Des Grieux,/Quería ser Manón./Francesita/Que trajiste, pizpireta/Sentimental y coqueta/La poesía del quartier/¿Quién diría/que tu poema de griseta,/sólo una estrofa tendría/la silenciosa agonía/de Margarita Gauthier?”

Ivette, P. Contursi;  A. P. Berto y J. A. Roca : "¡Que te ha de dar ese otro/que tu viejo no te ha dado!/¿No te acordás que he robado/pa´ que no falte el buyón?/¿No te acordás cuando en cana/te mandaba en cuadernitos/aquellos lindos versitos/nacidos del corazón?

¡Lucienne!, J. Fuentes y D. Rullo: “ ¡Lucienne!/Extraña francesita que adoré./¡Lucienne!/Te llama con dolor mi soledad,/Amor de mi lejana juventud./¡Lucienne!/Tu risa entre las sombras se perdió,/Y una mañana gris/Por ti lloró mi corazón.”

Madame Ivonne, E. Cadícamo y E. Pereyra: “Han pasao diez años que zarpó de Francia/“Mamuasel” Ivonne, hoy es sólo “Madam”,/La que al ver que todo quedó en la distancia/Con ojos muy tristes, bebe su champán./Ya no es la papusa del barrio latino/Ya no es la mistonga florcita de Lis,/Ya nada le queda... ni aquel argentino/Que entre tango y mate, la alzó de París.”

Manón, A. M. Podestá y A. De Bassi: “Vida, vida vieja que cinchas cansada/Repitiendo tu nombre, Manón,/Y se siente morir recostada/Sobre los latidos de mi corazón./Vida, pobre vida que ya ni se mueve/Que ni sabe por qué te perdió,/Heroína de un barrio con nieve/Francesita gaucha, mi linda Manón./Rondo tu recuerdo,/Persigo tu sombra,/Mi pena te nombra/Con fervor, con gratitud.”

Margo, H. Expósito y A. Pontier: “Margo ha vuelto a la ciudad/Con el tango más amargo,/Su cansancio fue tan largo/Que el cansancio pudo más./Varias noches el ayer/Se hizo grillo hasta la aurora,/Pero nunca como ahora/Tanto y tanto hasta volver./¿Qué pretende, adónde va,/con el tango más amargo?/¡Si ha llorado tanto Margo/que dan ganas de llorar!”

Marión, Luis Rubinstein: “En la evocación, vuelve a soñar mi corazón/Y el sueño eres tú, Marión./Amor de mi juventud, que no se olvida/Amor que llena de luz, toda mi vida./Sombras del ayer con su tristeza de canción/Siempre me dirán: “Marión”.../Marión.../Sé que a tu lado fui feliz,/Cuando te di mi corazón/En el viejo París./Recuerdo,/La angustia del adiós,/Y el cielo/Llorando por los dos./Marión.../Amor lejano que dejé,/Quiero que sepas, corazón/Que jamás te olvidé...”




4) La idealizada…


Aquí van tres ejemplos de mujeres que, este caso, son elevadas a un rango de idealización. Y el poseerlas provoca en el que canta, dicha y placer absolutos. Nótese el estilo empleado (“adorable belleza de hurí”, “lumbre de luna, de plata, fulgor”, “o mi mente delira, o ese ser adorado”). Aconsejo siempre leer la letra completa de cada tango para una comprensión total. Y se podrá observar que el poeta ha buscado ciertos términos para poder alcanzar la medida justa de ese estado de embeleso o felicidad plena.





Alicia (vals), E. Cárdenas y G. D. Barbieri: “Porque quiero mi canto elevar/ Oye, Alicia, mi acento febril,/ Y no dejes que tu alma me niegue/ Tu adorable belleza de hurí./ En tus labios de fino coral/ Yo quisiera tus besos sorber,/ Aunque sepa, mi Alicia divina/ Que todos tus besos me maten después.”


Clarita, J. González Castillo y D. Fortunato: “Porque eres, Clara, la claridad/Resplandeciente de la bondad,/Lumbre de luna, de plata, fulgor/Y que no quema ni mata, claror./Como la luna en los lares, color/Como la luna en los mares, candor,/Tú has bañado mi vida, Clarita querida/En la luz de tu amor.


Elvira, te quiero, M. Romero y R. Sciamarella: “Me parece mentira/El haberla encontrado,/Como yo la he soñado/A Elvira.../O mi mente delira/O ese ser adorado,/Ya se encuentra a mi lado/¡Mi Elvira!.../(…)¡Elvira, te quiero!.../Siempre te he esperado/Y ahora que has llegado,/No huyas de mi lado/Como una ilusión...”




5) Y aún quedan más…

Sí… y éstas son mujeres cantadas ya no desde el amor del poeta, sino evocadas como un modelo de inspiración, mujeres de particulares características dentro de un mismo motivo literario: la soledad que alberga penas. Aquí están Malena, María de nadie y Marylin:


Malena, H. Manzi y L. Demare: “Malena canta el tango como ninguna/Y en cada verso pone su corazón,/A yuyo del suburbio su voz perfuma/Malena tiene pena de bandoneón./Tal vez, allá en la infancia, su voz de alondra/Tomó ese tono oscuro de callejón.../O acaso aquel romance, que solo nombra/Cuando se pone triste con el alcohol./Malena canta el tango con voz de sombra,/Malena tiene pena de bandoneón.”


María de nadie, M. Iaquinandi y E. Blázquez: “María de nadie/Qué triste color,/Tus ojos de pena/Tu pena de amor./Las noches sin sueño/Y el viejo café,/Un mundo sin dueño/Y un tiempo sin fe./Ahora ya es tarde,/Ahora el dolor,/María de nadie/No tienes amor.”


Marilyn, C. Castillo y M. Nijensohn: “Dormida en el splín de tu verdad/La noche llora el sueño del hollín,/La soledad del cuarto en soledad/Que dice que el amor, fue de aserrín./Vas a dormir por siempre tu ansiedad/Sobre una rosa antigua de cotín,/Tu triste vanidad, la copa de tu gin/La vida siempre ruin, de la ciudad.”



Pensadores, psicólogos, sociólogos hablaron de "la subjetividad de una época". Cada época tiene un discurso que le es propio y cada generación genera, justamente, significantes que la representan.

Por eso en este camino del mundo de las mujeres que hoy recorrimos, emisor y receptor pertenecen a un determinado contexto que hemos ido desarrollando: el porteño, hombre y mujer del ´20 al ´60 aproximadamente. En este paseo que hemos realizado, salieron a la luz esas mujeres a través de la mirada, el análisis, y el juicio de quienes las han cantado. En parte basados en la concepción ancestral antes mencionada, pero mezclada con las circunstancias de vida propias de ese espacio y tiempo.

Es de suponer que el sujeto actual no es el mismo que el de siglos pasados, ya que su posición está determinada, como vimos, por la historia.

Queda en nosotros, entonces, echar un vistazo para ver cómo andan las cosas por estos tiempos.
Y a no sorprenderse si encontramos vestigios de algunos de los versos aquí expuestos...


Por Mónica Matar










sábado, 16 de octubre de 2010

Otros ojos, los perversos...

El tema del “engaño, el engañado, el traicionado” en el Amor… Ojos que vieron en un tiempo algo que luego cambió hasta convertirse en lo opuesto… Corazones rotos por haber creído y la desilusión de la equivocación… Cambios en ese ser amado que “ya no es lo que fue” y que produce dolor… Sacarse el velo de los ojos, haber estado “ciego”, comprobar el error… En fin, acciones que engañan… palabras que engañan… ojos que engañan.
Temas presentes una y otra vez en la literatura en general de todas las épocas y de todas las corrientes literarias… Y es lógico, representan uno de los dramas universales del hombre en todo tiempo y lugar.

Jorge Manrique “Diciendo qué cosa es el amor” afirma: “qué gran aleve hicieron / mis ojos, y qué traición; / por una vista que os vieron / venderos mi corazón”. Y en “Es amor fuerza tan fuerte” muestra este “no razonar” a la hora de amar: “un forzar de voluntad / donde no valen razones; / una sospecha celosa / causada por el querer, / una rabia deseosa / que no sabe qué es la cosa / que desea tanto ver”.

También Francisco de Quevedo aconsejaba: “Dios te la depare buena / que la vista al gusto engaña”.

Y más tarde Lope de Vega en un soneto confirma todo lo anterior: “creer que el cielo en un infierno cabe / dar la vida y el alma a un desengaño / esto es amor, quien lo probó lo sabe”.





Ninguna expresión artística escapa a estas experiencias humanas básicas, por eso también el Tango supo decir mucho al respecto. Es extensísima la lista que incluye a los tópicos de amor a los que nos dedicaremos hoy. Realicé una selección para ejemplificarlos, y por razones de espacio y por no hacer tediosa quizás la lectura, transcribiré unos pocos versos. Obviamente los invito a abordar cada letra completa, para ver estos temas en su contexto total.

Creí conveniente plantear tres grupos temáticos, según lo más relevante en cada tango, aunque todos ellos están íntimamente relacionados entre sí.

I) Ceguera de la razón, ceguera del corazón.
II) Engaño / Desengaño.
III) Mentiras odiadas, mentiras deseadas.


I) Ceguera de la razón, ceguera del corazón:

Como habrán leído en el comienzo, elegí como título para la página de hoy, un verso de Discépolo de su tango “Uno” (1943). Don Enrique habla de los ojos perversos de una mujer concreta. Pero aquí se lo pido prestado, pero teniendo en cuenta los ojos del protagonista de cada una de las historias de los tangos… Y surgen los interrogantes. ¿Ellos han sabido mirar, se enfrentaron a una realidad que ya se mostraba pero que sus ojos no la vieron? ¿Será que han estado “engañados” pero desde ellos mismos, y han hecho responsables al otro del engaño? Es cierto que en muchos casos los cambios del ser amado son reales y vienen desde él… Pero en otros, da la impresión de que estos protagonistas se “desayunan” de algo que siempre estuvo, y un buen día, un disparador cualquiera transforma esa mirada… Y es allí donde caen en la cuenta de que fueron sus mismos ojos, los perversos.

Ramón de Campoamor, poeta español, 1817 – 1901, escribió estos versos:
“En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira.
Todo es según el color
Del cristal con que se mira”





Y años más tarde, Enrique Cadícamo, tomó esos versos para su tango La luz de un fósforo” (1943):
En todo, siempre el color
Es del cristal
Con que se mira...
De rosa, yo te veía,
Cuando callabas...
Cuando reías...
Después, con otro cristal,
Cambió el color
Y ya no eras...
La vida es toda ilusión
Y un prisma es el corazón...


Ahora entonces van algunos ejemplos que presentan la idea de ceguera, ojos que traicionan, o el no haber podido (o querido) ver.

“Ciego”, Luis Rubinstein: “Ciego... Estaba ciego en mi delirio./Ciego... Porque este amor era un martirio./ Y ahora que cayó la venda de mis ojos/ Me asqueo al recordar/ Tus lindos labios rojos./ Ciego...¡Bendita sea mi ceguera!/ Si al fin... Saltó la venda y vi que eras/ Una vulgar muñeca de cartón”.
“Bufón”,
Oscar Alberto Vázquez: “Tu imagen fue la farsa, que yo adoré / De toda tu negrura./ Y en medio de sus besos, enloquecí ciego”.
“Capricho de amor”,
Horacio Sanguinetti: “Qué ciego estuve al pretender/ Tomar en serio tu querer,/ Que fue pasión fugaz/ Capricho, nada más”.
“Como una de tantas”,
Carlos Bahr: “No esperé nunca de vos.../ Esta sucia canallada,/Uno es ciego por amor/ Y lo mata la confianza”.
“Fruta amarga”,
Homero Manzi: “¡Aquel frío alucinante!/ De un instante, me cegó./ Fue en un viento de locura/ Sin ternura, sin perdón./ Fue en el grito enronquecido / De un amor enloquecido/ De dolor”.
“Fui”,
Alberto Andrés Leiva: “Fui todo eso junto y fui tan ciego/ Que no vi que eras capaz de tanto mal,/ Fui un juguete más para tu juego/ Un moño que colgaste de tu pelo...”.
“No mientas”,
Héctor Marcó: “Era tan feliz y fue tan ciega mi confianza / Que jamás la duda vino a mi razón...”.
“Tarde”,
José Canet, 1947: “Error de haber querido ciegamente/ Matando inútilmente la dicha de mis días./ Tarde me di cuenta que al final/ Se vive igual fingiendo,/ Tarde comprobé que mi ilusión/ Se destrozó queriendo”.
“Cuesta abajo”,
Gardel y Le Pera, 1933: “Si fui flojo, si fui ciego,/ sólo quiero que hoy comprendan/ el valor que representa/ el coraje de querer”.
“Sin Palabras”,
E. Santos Discépolo, 1945: “Los ojos casi ciegos de mi asombro,/
junto al asombro de perderte y no morir”.
“Acquaforte”,
Juan Carlos Marambio Catán, 1931: “Hoy puedo ya mirar con mucha pena/ Lo que en otros tiempos miré con ilusión”.




II) Engaño / Desengaño

Las palabras “engaño”, “desengaño” o las derivadas, aparecen en otra extensa lista de tangos. He seleccionado algunos en que están presentes estos términos, acentuando el tema expuesto ya en la trama tejida por ese “yo lírico” a lo largo de cada canción.


“El Abrojito”, J. Fernández Blanco, 1926: “No sé por qué me engañabas así,/ sin demostrar desamor…”
“Soy un arlequín”,
E. Santos Discépolo, 1928: “Me engañó tu voz,/ tu llorar de arrepentida sin perdón”.
“Uno”,
E. Santos Discépolo, 1943: “Precio de castigo que uno entrega/ por un beso que no llega,/ o un amor que lo engañó…/ Vacío ya de amar y de llorar/ Tanta traición”.
“Nunca tuvo novio”,
Enrique Cadícamo, 1930: “Yo con mi montón de desengaños,/ igual que vos, vivo sin luz,/ sin la caricia venturosa/ que me haga olvidar mi cruz”.
“Recuerdo malevo”,
Alfredo le Pera, 1933: “Habiendo cenizas de los desengaños,/ El recuerdo, amigo, es mejor borrar”.
“Amargura”,
Gardel y Le Pera, 1934: “Pero estas penas hondas/ De amor y desengaño,/ Como las yerbas malas/ Son duras de arrancar”.
“Adónde iré con mi suerte”,
A. M.Cubría, Juan C. Di Santo y Francisco A.Goggiano: “Será acaso que no supe / Respetar o respetarme,/ O que confié demasiado/ Y quisieron engañarme”.
“Ahí está”,
Gastón A. Bordería: “Pensando en la burla y el engaño/ Que, como daga se le clavó.../ Pensando en los labios que mintieron/ Cuando dijeron de aquel amor...”.
“A otra cosa, che pebeta”,
Enrique Cadícamo: “¿A quién vas a engañar?/ ¿A quién vas a querer?/ ¡A otra cosa che pebeta,/ con el biógrafo que hacés!
“Baraja de amor”,
Enrique Cadícamo: “Baraja de amor/ Cartón engañador,/Me ganaste con trampa/ Y perdí el corazón”.
“De puerta en puerta”,
Carlos Pesce: “De aquél, tu cariño, tan grande y profundo/ Que vos me ofreciste con ansias de amar.../ Por esas palabras que a mí me engañaron/ Hoy llevo en el alma un hondo dolor”.
“Desengaño”,
Juan Andrés Caruso: “Si yo nunca, nunca te he dado motivo/ Que fueras conmigo tan falsa y tan cruel,/Fue tu desengaño que mató mi vida/ Dejando una herida que no cerrará”.
“El abrojito”,
Jesús Fernández Blanco: “No sé por qué te alejaste de mí/ Si te adoré con creciente fervor,/ No sé por qué me engañabas así/ Sin demostrar tu desamor”.
“Falsas promesas”,
1931, Eugenio Cárdenas: “Con tus risas y promesas/ Engañado me tuviste, Hasta que después me hundiste/ En un tremendo sufrir”.
“Falso”,
Héctor A. Schmitt Bello: “Por qué vivir engañados/ Si lo nuestro es un fracaso,/ Hagamos frente a los hechos/ Y vivamos la verdad...”.
“Fangal de dolor”,
Palmer, Lila y Velmar: “Sin pensar que el corazón/ También se sabe engañar,/Y loco por ti... ¡Te digo que no!
“Fe”,
Felipe Mitre Navas: “Angustias de amores, me ha dado la vida/ Sufrí mil tormentos de tanto confiar,/Amé y me engañaron y al fin con recelos/ Dejé las pasiones, de largo pasar”.
“Flores negras”,
Mario César Gomila: “Después, después, mil noches de placer y ensueño/ Tú junto a mí, temblando de emoción,/ Sublime engaño de saberme dueño/ De tus encantos, de tu ardiente corazón”.
“La vida me engañó”,
Marfil: “La dicha me sonrió/ Y ciego la seguí/ Pero ella se burlaba de mi corazón./La dicha nunca vino hasta mi olvido/ La vida me ha mentido/ La vida me engañó”.
“Mentira fue tu amor”, Enrique Lary: “Mis mejores años.../ Mentira fue tu amor... Qué ingratitud, Cuánto desengaño...”.
“Última función”,
José Arenas Díaz: “Si en tu mirada llueve gris, la despedida/ Y en mi esperanza ya no caben desengaños”.
“Una mentira más”,
Alberto Cosentino: “Y asonsao por tus antojos, me engañaste como a un niño/ Pa´ otorgarme luego un premio, que yo nunca merecí”.
“Ventanita florida”,
Luis César Amadori: “¡Tanto que lo quise!/ ¿Para qué me engañó, para qué?”.




III) Mentiras odiadas, mentiras deseadas

Si repasamos la larga lista de títulos de los tangos, notaremos que también son varios los que incluyen la palabra “mentira” o sus derivadas, y algunos ya en el título. Y como es de esperar, la historia que se cuenta tiene que ver con ese temido sustantivo abstracto que es el plato principal en el menú del engaño.
Ahora bien: vuelvo un poco al concepto, tan rico para el análisis psicológico como filosófico. No voy a hacer nada de ello, lo dejo a los especialistas. Sólo voy a exponer aquí la idea de “Mentira”, que en casi todos los tangos se entrelaza con la de “dejar de amar”… con el cambio que se produce en los seres por el tiempo o sus circunstancias… Mentira que se entremezcla con “haber encontrado otro amor”, alejarse o simplemente, romper lazos…
Así es como en los siguientes ejemplos, los protagonistas de las tramas amorosas pregonan esa mentira, cuando los han dejado de amar. Y definen esa relación que han tenido, casi siempre de dicha, como una gran mentira que el ser amado edificó sobre la ilusión del engañado. Y el sufrimiento que trae el tomar conciencia de esta realidad (otrora sueño, fantasía o ilusión).
Lo curioso es que, en algunos casos, está presente la necesidad de seguir siendo engañados. Por eso, voy a exponer los ejemplos en dos grupos, según los temas.


A) Tomar conciencia, romper con el ayer:

Comenzaré con una lista de títulos que, evidentemente, manifiestan en los versos de todo el tango lo que anuncian:

“Mariposa mentirosa”, Ángel Di Rosa
“Mentías”, Milón E. Mujica
“Mentira”, Celedonio Esteban Flores
“Mentira, Manuel Romero
“Mentiras”, Francisco García Jiménez
“Mentiras de amor”, Manuel A. Meaños
“Mientes”, Ángel Marú
“Todo es mentira”, Ivo Pelay
“Y mentira fue tu amor”, Félix Rosario Arena
“Y todo es mentira”, Abel Aznar


Y aquí van los versos de otro variado abanico de tangos:


“Color de rouge”, Marfil y A D ´Angelis: “Entonces yo no sé, lo que pasó/ Acaso fue una broma del amor,/ Mentira de tus labios y tu voz/ Tu voz color carmín, que me manchó”.
“Maquillaje”,
Homero Expósito, 1956: “Mentiras… Que son mentiras tu virtud,/ Tu amor y tu bondad/ Y al fin tu juventud./ Mentiras…¡Te maquillaste el corazón!/ Mentiras sin piedad…/¡Qué lástima de amor!”.
“Por una cabeza”,
Gardel y Le Pera, 1935: “Por una cabeza, metejón de un día,/ De aquella coqueta y burlona mujer,/ Que al jurar sonriendo,/ El amor que está mintiendo,/ Quema en una hoguera todo mi querer”.
“Cómo se miente”,
Abel Aznar: “Si el amor es un cacho de luz/Cuando quise alumbrarme la zurda,/La mentira me puso una cruz/Y del engaño, me hundí en la curda”.
“El huracán”,
Nolo López: “Fueron sus caricias/ Llenas de mal y traición,/ Labios que mintieron despiadados/ Y al besar su falsa boca/ Se me helaba el corazón./ Ilusión que se fue,/ Amor que mató”.
“El último escalón”
, Dante Gilardoni y Florindo Sassone: “Hubo un ángel convirtiéndose en demonio/ Hubo un cielo que al final se desplomó,/Una boca incitante y mentirosa/ Y una voz que me arrastraba hacia el horror”.
“Fantoche de amor”
, Jacinto Alí: “¡Fantoche!, Porque besé,/Sus labios que mentían/ Sabiendo la verdad./ (…) Seguí siendo un fantoche/ Porque llegué,/ Al final de la comedia,/ Sabiendo ya el final”.
“Flor de cardo”,
Eugenio Cárdenas: “En las noches grises de mi vida/ Recuerdo las palabras/ De tus promesas mentidas,/ Que son puñales que en la sien/ Por ti me clava tu desdén”.
“La misma mentira”,
Abel Aznar: “¡Con esas mismas palabras/ yo me atormenté de celos!/¡Y me abracé a la mentira/ que tus ojos y tus labios/ como ahora prometían!...”.
“Me está hablando el corazón”,
José Canet: “Mentira fue el amar,/ Mentira fue el besar,/ Mentiras, nada más, mentiras”.



B) Sed de mentiras, sed de amor:

En este grupo, seleccioné algunos tangos que presentan a esta “mentira” no ya como causa de la ruptura amorosa, sino por el contrario, como un elemento indispensable para la continuidad de la presencia del ser amado a su lado. Necesidad del engaño, porque asegura la ilusión de un amor… necesidad de mentira, porque “retiene” al ser amado y se prefiere este estado antes que la ausencia total. En los siguientes ejemplos, se observa cómo la mentira se transforma en una especie de "medicina necesaria para curar esa enfermedad de amar".


“Pero te sigo queriendo”, Reinaldo Yiso: “Vuelve, aunque me mientas/ Necesito tus caricias y tus besos,/ Aunque cada beso me envenene/ Y me arrastre hasta la muerte”.
“Cuesta abajo”
, de Gardel y Le Pera: “Si aquella boca mentía/ El amor que me ofrecía,/Por aquellos ojos brujos/ Yo habría dado siempre más”.
“Más allá del corazón”,
Reinaldo Yiso: “Mentira... Es su vida una mentira,/ Mentira...
Que a mi vida le brindó.../ Sin embargo/ A pesar de todo eso por el fuego de sus besos/ Todo olvido, todo doy/No importa... Que me mienta despiadada,/ La quiero ¡Más allá del corazón!”.
“Nada más”,
Luis Rubistein: “No quiero nada, nada más/ Que la mentira de tu amor como limosna”.
“Una tarde cualquiera”,
Rodolfo Manuel Tabeada: “Y si pudieras mentir/ Si pudieras fingir,/Una frase amistosa./ ¡Qué consuelo sería esa hermosa!/ Mentira piadosa/De tu corazón”.
“Yo no merezco este castigo”, Dante Gilardoni y Cholo Hernández: “No sé si tú comprendes, alma mía/ Que mil veces doy la vida/ Por una mentira más.../ Una mentira... que me diga.../ Que me quieres... nada más...”.
“Soledad”,
Gardel y le Pera, 1934: “Mi corazón una mentira pide/ para esperar tu imposible llamado”.
“Al compás del corazón”,
Homero Expósito, 1942: “Late un corazón… déjalo latir/ Miente mi soñar… déjame mentir”.


Es complejo el mundo de los sentimientos, y de los misteriosos hilos que lo mueven. Hilos que cada uno de nosotros teje en cada experiencia individual. La Literatura, en sus letras, canciones, ya sea en formatos depurados, niveles de lengua elevados o en el más simple lenguaje popular, no hace más que saber decir, con arte, todo aquello que nos pasa a los pobres mortales. Y al recorrer todos estos ejemplos que nos trajeron hasta aquí, vemos que el tango se ocupó, ¡y cómo! en desarrollarlo.

Dejé para el final, unos versos de Homero Expósito, Enrique Santos Discépolo y Cátulo Castillo, referentes entre otros, de la mayor poesía que puede albergar un tango.
Y es así cómo expresan al extremo la desesperación de aquel que sufre por amor:


Enrique Santos Discépolo, “Condena”, 1937
Yo quisiera saber
Qué destino brutal,
Me condena al horror
De este infierno en que estoy...
Castigao como un vil,
Pa´ que sufra en mi error
El fracaso de un ansia de amor.




Homero Expósito, “Afiches”, 1952
Se me gastaron las sonrisas de luchar,
Luchando para ti
¡Sangrando para ti!
Luego la verdad,
Que es restregarse con arena el paladar
Y ahogarse sin poder gritar...
Yo te di un hogar... ¡Fue culpa del amor!
Dan ganas de balearse en un rincón.




Cátulo Castillo, “Desencuentro”,1962
Quisiste con ternura, y el amor
Te devoró de atrás hasta el riñón.
Se rieron de tu abrazo y ahí nomás
Te hundieron con rencor todo el arpón.







Por Mónica Matar